Colegio San José Barranquilla

Jesuitas

El mensaje del domingo – 14 de septiembre

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A – Septiembre 14 de 2014 Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. En aquel tiempo le preguntó Pedro a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces le deberé perdonar a mi hermano si me hace algo malo? ¿Hasta siete?” Jesús le contestó: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Sucede con el reino de los  cielos lo que con un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios.  Estaba comenzando a hacerlas cuando le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, para que le quedara pagada la deuda. El funcionario se arrodilló delante del rey y le rogó: ‘Tenga usted paciencia conmigo, y se lo pagaré todo’. El rey tuvo compasión de él, así que le perdonó la deuda y lo puso en libertad. Pero, al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero suyo que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y comenzó a estrangularlo, diciéndole: ‘¡Págame lo que me debes!’ El compañero, arrodillándose delante de él, le rogó: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Esto les dolió mucho a los otros funcionarios, que fueron a contarle al rey todo lo sucedido. Entonces el rey lo mando llamar y le dijo: ‘¡Malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues tú también debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti.’ Y tanto se enojó el rey, que ordenó castigarlo hasta que pagara todo lo que debía”. Y Jesús añadió: “Así hará también mi Padre si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano.” (Mateo 18, 21-35).  1.- “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle?”  En el lenguaje bíblico el 7 es un número simbólico que significa plenitud y perfección. Por eso la respuesta de Jesús a Pedro en el Evangelio, significa que es preciso significa que debemos perdonar siempre. De esta forma se supera la llamada ley del talión (ojo por ojo y diente por diente -Éxodo 21, 23-25, Levítico 24, 18-20 y Deuteronomio 19, 21-), que imperaba en las costumbres de aquel tiempo, a pesar de lo que ya dos siglos antes de Cristo había escrito el autor del libro llamado Eclesiástico, del cual está tomada la primera lectura (27, 30 – 28,9): perdona las ofensas a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas; y a pesar también de los versos del Salmo 103 (102): “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia… Él perdona todas las culpas… No está siempre acusando ni guarda rencor…”   La ley del talión (del latín talis: tal, semejante) consistía en que a cada agresión le correspondiera una pena igual, y en este sentido, cuando había sido establecida en tiempos de los sumerios y caldeos por el Código de Hammurabi en el siglo18 a.C., significó un avance moral con respecto a la práctica primitiva de la venganza sin límites, consistente en responder con un mal mayor. Pero Jesús avanza mucho más al oponerse a toda forma de venganza, invitándonos a deponer por completo el rencor que podamos sentir ante las ofensas recibidas.  2.- “Toda aquella deuda te la perdoné. ¿No debías tú también tener compasión?” La parábola del funcionario insensible que leemos en el Evangelio de hoy guarda una estrecha relación con la llamada “regla de oro” del comportamiento humano enseñada por Él en su Sermón de la Montaña: “Todo cuanto ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos” (Mateo 7, 12). Es la formulación en positivo de lo que siglos atrás habían dicho otros maestros espirituales: “No hagas a los demás lo que a ti te dolería que te hicieran” (Hinduismo, 1500 años a.C.); no hieras a los demás con lo que a ti te hace daño” (Buda, 563-483 a.C.); “no hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan a ti” (Confucio, 551 – 479 a.C.); “no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan” (A.T. , libro de Tobías 4, 15 -300 a.C.-).  Esta regla de oro, inscrita interiormente en la conciencia de todo ser humano, equivale al mandato bíblico formulado en la frase “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19, 18 / Mateo 22, 39), lo cual implica la exigencia de no devolver mal por mal, que en positivo corresponde a la exigencia  de perdonar al prójimo si uno quiere ser perdonado por Dios. “Ninguno de nosotros vive para sí mismo”, dice el apóstol Pablo en la segunda lectura (Romanos 14, 7-9), invitándonos así superar nuestros egoísmos para orientarnos hacia el cumplimento de la voluntad del Señor, que es voluntad de misericordia y de perdón.  El motivo de fondo de la exhortación de Jesús a perdonar siempre es el mandamiento nuevo que Él mismo daría a sus discípulos la víspera de su muerte en la cruz: “ámense los unos a los otros como Yo los he amado” (Juan 15, 12). Precisamente Jesús es la manifestación personal del amor de Dios, que perdona siempre, y por eso el cumplimiento de este mandato corresponde a su exhortación formulada así en el Evangelio según san Mateo: “sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5, 48), que equivale a la que encontramos en el Evangelio de Lucas: “Sean  misericordiosos como su Padre es que misericordioso” (Lucas 6, 36). La perfección de Dios es la realización plena de lo Él mismo es, porque Dios es Amor (1 Juan 4, 8.16).  3.- La petición de perdón implica la disposición a perdonar  La Eucaristía es el memorial del sacrificio redentor de Cristo que entregó su vida derramando su sangre por nosotros y por toda la humanidad “para el perdón de los pecados”.

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El mensaje del domingo – 7 de septiembre

XXIII Domingo Ordinario – Ciclo A Septiembre 7 de 2014 Por: Gabriel Jaime Pérez, S. J.   En aquél tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Les aseguro además que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”(Mateo 18,15-20).  El mensaje de este texto del Evangelio se centra en lo que suele llamarse la corrección fraterna, ligada al amor al prójimo y a la reconciliación. Es significativo a este respecto que la instrucción de Jesús a sus discípulos sobre este tema esté situada entre las parábolas de la oveja perdida y del funcionario que no quiso perdonar, y también que en las otras dos lecturas de la liturgia de este domingo encontremos respectivamente la exhortación que nos hace la palabra de Dios a través del profeta Ezequiel a no ser cómplices del pecado (Ezequiel 33, 7-9), y a través del apóstol san Pablo a cumplir la esencia de la ley divina, que consiste en el amor (Romanos 13, 8-10).                                                                   1.- “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos (…)”  Muchos de nosotros hemos pasado seguramente por la experiencia de observar o padecer el mal comportamiento de otras personas. O al revés, por la de ser objeto de determinadas reacciones de los demás cuando nosotros mismos hemos obrado incorrectamente. Jesús nos enseña en el Evangelio cómo debe proceder quien observa o experimenta que su prójimo obra mal.  Toda comunidad necesita que quien ha cometido una falta la reconozca (verdad), tenga la oportunidad de reconciliarse (perdón) y compense el mal que ha ocasionado (reparación). Para que esto sea posible, lo indicado es hablar siempre primero con la persona a la que tenemos que hacerle algún reproche. Y esto porque a ninguno de nosotros nos agrada que alguien a quien hemos incomodado por algo, en lugar de manifestarnos personalmente su incomodidad se dedique a divulgarla inmediatamente.  Lo que Jesús nos enseña es todo lo contrario: al hablar primero con la persona que ha obrado mal, no sólo nos libramos de la complicidad con su mala conducta, sino que además le hacemos un bien al invitarlo a que corrija su error y cambie en adelante su modo de proceder. Claro que hay situaciones en las que, para no convertirme en cómplice y evitar mayores males que afecten a la comunidad, tengo que poner en conocimiento de las autoridades los delitos de los que he sido testigo. Pero, de ordinario, comenzando por dirigirme a la persona o a las personas que han obrado mal, en la medida en que esto sea posible.  2.- “Todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo”  “Atar y desatar” era una expresión usada en aquél tiempo en el sentido de excluir o admitir. Esta frase de Jesús, dicha poco antes en el mismo Evangelio a Simón Pedro en singular (Mateo 16, 19), va dirigida ahora en plural a todos sus discípulos. Ellos iban a constituir la comunidad a la que acababa de referirse con el término griego Ekklesía: la Iglesia convocada por Él mismo, compuesta por todas las personas que lo reconocerían como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, y entre las cuales nos contamos hoy los bautizados en su nombre.  En esta misma Iglesia, por la acción del Espíritu Santo, se establecería el Sacramento de la Reconciliación, por el cual todos tenemos la posibilidad de recibir la absolución. Ab-solver significa originariamente des-atar y es el signo por el cual cuando hemos pecado, nos arrepentimos, confesamos nuestras faltas, somos desatados por Dios mismo, a través del sacerdote, de lo que nos encadena al mal, y readmitidos o reincorporados a la comunidad de sus discípulos y a la comunión con Él.  3.- “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo…”  Esta afirmación de Jesús, relacionada con el poder de la oración en comunidad, podemos también aplicarla a la celebración de los sacramentos. Todos ellos son actos comunitarios a través de los cuales Dios, nuestro Creador, por medio de su Hijo Jesucristo, nos comunica eficazmente su Espíritu Santo. Esto se manifiesta de modo especial en los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía. En el sacramento de la Reconciliación, entre el sacerdote y el penitente se cumple lo que dice Jesús en el Evangelio: Él se hace presente con su acción salvadora allí donde están las dos personas reunidas en su nombre. Pero también su presencia se manifiesta de un modo particular en las especies consagradas del pan y del vino, cuando la comunidad se reúne en la Eucaristía, al principio de la cual reconocemos públicamente nuestra necesidad de perdón: “yo confieso ante Dios todopoderoso, y ante ustedes hermanos, que he pecado…”. O sea que no basta con reconocer en privado delante de Dios la necesidad de ser perdonados cuando hemos obrado mal, sino que es necesario manifestar también este reconocimiento ante la comunidad, en la que el Señor mismo se hace presente para hacer posible nuestra reconciliación con Él y entre nosotros. Reunidos pues en comunidad -tal como lo estamos cada vez que celebramos la Eucaristía-, sintamos espiritualmente la presencia del Señor, y, con su luz y su auxilio, reconozcamos la necesidad que todos tenemos de

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Mensaje del Domingo – Junio 22

EL MENSAJE DEL DOMINGO El Cuerpo y la Sangre de Cristo Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. Ciclo A – Junio 22 de 2014 En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.» Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. La persona que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en ella. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, quien me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de los antepasados de ustedes, que lo comieron y murieron; quien come de este pan vivirá para siempre.»(Juan 6, 51-58). La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo comenzó a celebrarse el año 1246 en la ciudad belga de Lieja y fue extendida luego a toda la Iglesia por el papa Urbano IV en 1264, para proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en las especies de pan y de vino consagradas en la Eucaristía. Era preciso reafirmar así la adhesión a esta verdad de fe, con el fin de contrarrestar los planteamientos de quienes negaban dicha presencia y enseñaban que el pan y el vino consagrados eran sólo un símbolo conmemorativo de la cena del Señor. 1. La Eucaristía es sacrificio y sacramento La Eucaristía es un sacrificio y un sacramento. Como sacrificio es memorial que no sólo recuerda sino que además actualiza el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, nuestro Redentor. Como sacramento es signo sensible de la acción salvadora de Dios por medio de su hijo Jesucristo, su Palabra hecha carne que nos reveló su amor infinito con sus enseñanzas, sus actos sanadores, su compasión, su muerte en la cruz y su resurrección; que nos alimenta espiritualmente al comunicarnos su propia vida, y que nos une en comunidad con Él y con los demás por la acción del Espíritu Santo. Esto es lo que nos muestran precisamente las lecturas bíblicas en la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Deuteronomio 8, 2.3.14b-16a; I Corintios 10, 16-17; Juan 6, 51-58). Y el Salmo 148 (147), por su parte, dice que el Señor nos alimenta con el pan de su Palabra. 2. La Eucaristía es presencia de Cristo resucitado, la Palabra de Dios que nos alimenta La presencia de Cristo en la Eucaristía no es aparente, es real. Pero esta realidad no es la de un fenómeno material verificable por los sentidos o por una experimentación físico-química, sino la de un misterio de orden espiritual, sólo captable por la fe. Esto es precisamente lo que nos enseña el Discurso del Pan de Vida pronunciado por Jesús en el Evangelio de Juan después de la multiplicación de los panes. Los versículos con los que continúa el capítulo 6 de este Evangelio (59-63) son claros al respecto, sobre todo cuando Jesús explica que las palabras que ha dicho “son espíritu y vida” (6, 63), refiriéndose al sentido de lo que Él quiere significar cuando dice “mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (6, 55), y evocando como una prefiguración de esta realidad el “maná”, aquél “pan bajado del cielo” con el que, como nos cuenta el libro del Deuteronomio en la primera lectura, Dios había alimentado a los israelitas en su camino hacia la tierra prometida. Ahora bien, esa presencia espiritual suya después de su muerte y resurrección, quiso invitarnos el Señor a reconocerla en las especies del pan y el vino consagrados en la Eucaristía con el rito y las palabras que Él mismo, en la última cena antes de su pasión, les dijo a sus primeros discípulos que repitieran después en conmemoración suya. En este sentido, el pan y el vino, en virtud de la consagración así realizada, gracias la acción del mismo Espíritu Santo por cuya obra y gracia la Palabra se hizo carne en el seno de la Virgen María, se convierten para nosotros en el cuerpo y la sangre de Cristo, es decir, en la presencia viva de Jesús que nos entrega su vida. Él es la Palabra de Dios que nos alimenta no sólo con sus enseñanzas, sino con su propia vida resucitada, siempre disponible para nosotros en lo que llamamos el Santísimo Sacramento. Tal es el sentido de la adoración a las hostias consagradas que quedan en el Sagrario después de la celebración de la Santa Misa. 3. La Eucaristía es sacramento de Jesucristo resucitado que nos une en comunidad Al partir y comer el mismo pan, y al beber conjuntamente del mismo cáliz, compartiendo así la presencia de Jesucristo que se nos comunica alimentándonos con su vida resucitada, su Espíritu Santo nos une en un solo cuerpo, nos hace una comunidad de amor que celebra y vive la “Acción de Gracias”, que es lo que significa en griego la palabra “Eucaristía” (Segunda Lectura: 1 Corintios 10, 16). Así sucedió con los primeros discípulos de Jesús unidos en oración con María, su madre, y así también sucede con nosotros cuando en la Eucaristía se hace presente Cristo resucitado y nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre. Terminemos evocando la última Carta Apostólica que dejó el Papa San Juan Pablo II como su testamento para el Año de la Eucaristía (2005), en el cual pasó a la vida eterna: “La Iglesia es el cuerpo de Cristo: se camina «con Cristo» en la medida en que se está en relación «con

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Proyecto de emprendimiento de kinder 4 C y kinder 4 D

El día 23 de Mayo los niños de kinder 4 C y kinder 4 D, con el apoyo de los padres de familia, realizaron el proyecto de emprendimiento titulado “Magic Show.” Los niños de Preescolar disfrutaron de un show de magia y payaso, al igual que se maravillaron con las habilidades de baile de Willy la mascota del Junior. Queremos expresar nuestro agradecimiento a los padres de familia que trabajaron tan arduamente y con tanto entusiasmo y cariño para traernos tan maravilloso show, los niños estuvieron felices.

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Día Artístico – Mayo 29 y 30

En el Día Artístico se contó con la participación de todos los estudiantes del Preescolar, quienes se presentarón cantando y bailando temas de las diferentes regiones de Colombia. “En Colombia me quedo” era el tema de esta hermosa presentación que disfrutaron con agrado todos los padres que asistentes, así como también de la exposición de Artes Plásticas llamada “Talento 100% colombiano” en donde los estudiantes de preescolar plasmaron toda su creatividad. Resaltamos la hermosa labor realizada por las docentes del área de Artística en Preescolar: Ates Plásticas: Kelly Acuña Música: Ana Milena Osorio Danza: Olga Bermúdez (kínder 4 y kínder 5) Sonia De La Hoz (Transición)

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Mensaje del domingo – Junio 15

EL MENSAJE DEL DOMINGO Domingo de la Santísima Trinidad Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.       1ª Lectura (Éxodo 34, 4 b – 6. 8-9): En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él, proclamando: “Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: “Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque éste es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya”.  2ª Lectura (2ª Corintios 13, 11-13): Alégrense, enmiéndense, anímense; tengan un mismo sentir y vivan en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes. Salúdense con el beso ritual. Los saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos ustedes.  Evangelio (Juan 3, 16-18): En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. 1. La Santísima Trinidad: un solo Dios, pero no un Dios solitario Cuenta el filósofo y teólogo san Agustín de Hipona (354-430 d.C.) que en cierta ocasión caminaba por la playa, cuando de repente vio a un niño en la orilla que intentaba vaciar toda el agua del mar en la concha de un caracol. Esta experiencia le sirvió para comprender que la mente humana, por más esfuerzos que haga, es incapaz de abarcar la infinitud del misterio de Dios. Por eso con nuestro limitado lenguaje recurrimos a imágenes, símbolos o figuras poéticas para expresar la realidad divina. Y por eso mismo el lenguaje bíblico, al intentar describir a Dios -no para definirlo, porque el Infinito es indefinible-, lo hizo con una palabra también imposible de definir, pero que corresponde a lo que mejor puede caracterizar la experiencia de Dios: Dios es Amor (1 Juan 4, 8.16). Ahora bien, si Dios es Amor, tiene que ser plural, pues para que exista el amor tiene que haber alguien que ama, alguien que es amado y que le corresponda amando, y la relación misma de amor entre ambos. Este es justamente el sentido del misterio de la Trinidad divina: Dios nuestro Creador que es el Padre ha sido revelado por su Hijo Jesucristo, el mismo Dios hecho hombre y que es nuestro Salvador- y está presente en la acción del Espíritu Santo, el mismo Dios que es Amor: un solo Dios que es pluralidad en la perfecta comunidad de amor, unidad del ser en la diversidad de personas. Es así como Dios Padre se nos revela en las enseñanzas y en la obra salvadora de su Hijo Jesucristo, su Palabra hecha carne, y en la acción del Espíritu Santo que nos anima y nos hace posible comprender y reconocer el amor que Dios nos tiene, correspondiendo a él en el cumplimiento de su voluntad, amándonos unos a otros como hermanos. 2. Los símbolos de la Santísima Trinidad Muchos símbolos se han empleado para tratar de expresar la realidad de Dios uno y trino, aunque todos se quedan cortos. Uno de esos símbolos es el triángulo. Otro es el sol, que en sí mismo es fuego, luz y calor. Pero el que tal vez más llama la atención es el que usó San Patricio (387-461 d.C.), quien para enseñarles la idea de un solo Dios en tres personas a los paganos que en su época habitaban la isla de Irlanda, tomó en sus manos un trébol y señaló en ella los tres componentes que lo forman. Con este sencillo ejemplo, quienes lo escuchaban podían acercarse a la comprensión del sentido de la fe en la unitrinidad divina, completamente distinta de las creencias politeístas por cuanto no se trata de varios dioses, sino de uno solo cuyo ser único opera y se manifiesta pluralmente. 3. La fe en Dios uno y trino nos mueve a realizar lo que significa el misterio de su ser  “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios (Padre) y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes” (primera lectura), es la frase con que el apóstol Pablo solía saludar y despedir a los cristianos de las comunidades que había formado a partir de su predicación y a las que dirigía sus cartas. Este es el origen del saludo con el que el sacerdote que preside la Eucaristía, después de que todos nos santiguamos con la señal de la santa cruz invocando el nombre del Dios uno y trino, suele iniciar la celebración del misterio del amor infinito de Aquél a quien en el himno del Gloria alabamos, bendecimos, adoramos, glorificamos y damos gracias, llamándolo Padre, Hijo y Espíritu Santo. Luego, en la oración inmediatamente anterior a las lecturas bíblicas, nos dirigimos a Dios Padre invocando la mediación de Jesucristo, su Hijo, que vive y reina con Él en la unidad del Espíritu Santo. Más adelante, a continuación de la homilía en la Misa dominical y en las de las grandes fiestas de la Iglesia, proclamamos con el Credo nuestra fe en la Santísima Trinidad reconociendo su acción creadora, salvadora y santificadora. Asimismo, inmediatamente antes de la consagración, después de haberle cantado nuestra alabanza al tres veces Santo, le pedimos a Dios Padre que santifique con su Espíritu el pan y el vino para que se conviertan sacramentalmente en el Cuerpo y la Sangre de su Hijo Jesucristo. Y al terminar la plegaria eucarística hacemos el brindis con el que por Cristo, con Él y en Él,

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El mensaje del Domingo – Junio 8

EL MENSAJE DEL DOMINGO Domingo de Pentecostés Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.   Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas como llamaradas que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: “¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en la propia lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oye  hablar de las maravillas de Dios en la propia lengua”(Hechos 2, 1-11). La palabra pentecostés, que en griego significa el número cincuenta, proviene de una antigua fiesta agrícola que se celebraba cada año en Israel con motivo de la cosecha del trigo y la cebada. Era llamada “Fiesta de la de las Siete Semanas” y tenía lugar 50 días después de la ofrenda de los primeros frutos. Los judíos le dieron un significado histórico al conmemorar la promulgación de la Ley de Dios en el monte Sinaí, 50 días después del acontecimiento de la Pascua con el que habían sido liberados de la esclavitud en Egipto. Para quienes creemos en Jesucristo, Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que, 50 días después de la Resurrección del Señor, sus  discípulos a quienes Él había llamado “apóstoles” o enviados, reunidos en oración junto con María, la madre de Jesús, recibieron el Espíritu Santo prometido para realizar la misión de proclamar la Buena Noticia de una nueva Ley -la ley del amor universal-, ya no sólo para un pueblo particular, sino para toda la humanidad.  1. El Espíritu Santo es el aliento vital y vivificador de Dios Los relatos bíblicos de la creación dicen que “el Espíritu (en hebreo la Ruah) deDios aleteaba sobre las aguas” (Génesis 1, 2) y que el Señor “formó al hombre de la tierra, sopló en su nariz y le dio vida” (Génesis 2, 7). La palabra ruah -en hebreo de género femenino- significa viento, aliento, soplo. En los Hechos de los Apóstoles se habla de un viento fuerte, en el Salmo 104 del aliento de Dios dador de vida, y en el pasaje del Evangelio según san Juan (20, 19-23) escogido para este domingo, del soplo de Jesús sobre sus discípulos al decirles “reciban el Espíritu Santo”. Hay otros signos que también emplea el lenguaje bíblico para referirse al Espíritu Santo: El fuego significa la energía divina que da luz y calor, transforma, dinamiza. En la fiesta de Pentecostés los ornamentos de color rojo simbolizan el fuego del Espíritu Santo. El agua, signo de vida, expresa el nuevo nacimiento realizado en el Bautismo. El óleo o aceite de oliva, que significa fortaleza, se emplea en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, el Orden y la Unción de los Enfermos. La paloma, que aparece en el Bautismo de Jesús (Juan 1, 32), evoca al Espíritu de Dios que “aleteaba sobre las aguas” (Génesis 1, 2), y a su vez al ave que regresó al arca de Noé con una ramita de olivo en el pico a terminar el diluvio y comenzar así una nueva creación (Génesis 8, 11). Con la imposición de las manos, abiertas y unidas por los pulgares representando a un ave con las alas desplegadas, se expresa la comunicación del Espíritu Santo.  2. El Espíritu Santo produce el nacimiento de la Iglesia e impulsa su desarrollo  Pentecostés es la fiesta del nacimiento de la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo compuesto por muchos y distintos miembros –todos los bautizados-, animado por el Espíritu Santo, del que provienen, como dice san Pablo (1 Corintios 12, 3b-7. 12-13), los dones o carismas para realizar los servicios o ministerios que el Señor asigna a cada cual según su propia vocación. Estos dones son siete: Sabiduría para conocer la voluntad de Dios y tomar las decisiones correctas. Entendimiento para saber interpretar y comprender el sentido de la Palabra de Dios. Ciencia para saber descubrir a Dios en su creación y desarrollarla. Consejo para orientar a otros cuando lo solicitan o necesitan ayuda. Fortaleza para luchar sin desanimarnos a pesar de los problemas y las dificultades. Piedad para reconocernos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Respeto a Dios (llamado también temor de Dios, pero con un sentido diferente del miedo), para evitar las ocasiones de pecado y cumplir a cabalidad sus mandamientos. San Pablo dice también (Romanos 8, 8-7) que el Espíritu que recibimos en nuestro bautismo no es el de la esclavitud que nos llena de miedo, sino el de la libertad de los hijos de Dios, en virtud del cual podemos llamarlo papá, que es lo que significa abba, el término familiar con el que Jesús se dirigía a Dios Padre. Jesús mismo había prometido a sus discípulos que Dios Padre les enviaría en su nombre al Espíritu Santo, al que también llama “defensor” (Juan 14, 15-16.23b-26), el que está junto al creyente para darle fuerza. Esto fue lo que experimentaron los primeros cristianos en medio de las persecuciones que tuvieron que sufrir por causa de su fe, y lo que nosotros podemos experimentar nosotros al reconocer la presencia actuante del amor de Dios, que es justamente el “Espíritu  Santo”. 3. El Espíritu Santo hace

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Invitación de parte del Área de Educación Artística

El área de Educación Artística, que durante el año 2013-2014 ha tenido gran participación en diferentes eventos del colegio, desea invitar a toda la comunidad educativa a sus actividades de clausura: Desde el martes 27 hasta el viernes 30 de Mayo tendremos en el lobby de la entrada la exposición de Artes Plásticas “Talento 100% colombiano” con cuadros elaborados por los estudiantes de Preescolar utilizando diferentes técnicas y mostrando toda su creatividad. El 29 y 30 de Mayo tendremos en Preescolar nuestro Día Artístico, donde los estudiantes tendrán la oportunidad de demostrar sus habilidades en Danza y Música. El tema del Día Artístico es “En Colombia me quedo” y cada grupo bailará y cantará temas de las diferentes regiones de Colombia. El viernes 30 de Mayo a las 6.00 pm tendremos la Presentación Artística de los grupos representativos en el polideportivo del colegio, en las modalidades de coro, teatro, danza, banda sinfónica, orquesta tropical y grupo vallenato, así como las exposiciones de Artes plásticas. Cabe destacar la hermosa labor que han desempeñado todos los profesores del área artística: Teatro: Iván Peñaranda, Música Saúl Fabián Posada, Ana Milena Osorio, Artes Plásticas: Kelly Acuña, Yolanda Arrieta, Mariela Rocha Danza: Olga Bermúdez, Xiomara Manjarrez, Sonia De La Hoz Esperamos contar con la asistencia de todos aquellos que deseen apoyar y reconocer las habilidades artísticas de nuestros estudiantes. Sonia De La Hoz Coordinación Área Artística CSJB

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Mensaje del Domingo – Mayo 25

EL MENSAJE DEL DOMINGO VI Domingo de Pascua – Ciclo A     Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que les dé otro defensor, que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, lo conocen porque vive en ustedes y está con ustedes. No los dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero ustedes me verán y vivirán, porque yo sigo viviendo. Entonces sabrán que yo estoy con mi Padre, y ustedes conmigo y yo con ustedes. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.» (Juan 14, 15-21). Las lecturas bíblicas de hoy [Hechos de los Apóstoles 8, 5-8.14-17; Sal 66 (65), 1ª  Pedro 3, 15-18 y Juan 14, 15-21] nos invitan a prepararnos para las grandes fiestas de los próximos dos domingos que cierran el tiempo pascual: el de la Ascensión y el de Pentecostés. Meditemos sobre lo que en estas lecturas nos dice la Palabra de Dios, aplicándola a nuestra vida. 1. “Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos” Cuando Jesús alude a los que Él llama “mis mandamientos”, está hablando como el mismo Dios que no sólo les dio a los israelitas el “decálogo” hace unos 32 siglos a través de Moisés en el monte Sinaí (Ex 20, 1-17), sino que desde mucho antes había impreso interiormente su Ley en las conciencias de todos los seres humanos, en lo que constituye su esencia: hacer el bien y evitar el mal tratando cada quien a los demás como quisiera que lo trataran a sí mismo. La exhortación de Jesús a guardar sus mandamientos -que son los mismos mandamientos de Dios porque, como acababa de decirle al apóstol Felipe, “quien me ve a mí ve al Padre” (Juan 14, 9)-, forma parte del testamento de Jesús en la cena de despedida en la que nos dejó el “mandamiento nuevo” de amarnos unos a otros como Él mismo nos ha amado (Juan 13, 34; 15,12.17). Lo que también nos dice la primera carta de san Juan: “No amemos con puras palabras o de labios para afuera, sino de verdad y con hechos” (1 Juan 3, 18), corresponde a lo que Jesús les había dicho a sus discípulos en la última cena y que nos recuerda el texto del Evangelio de hoy: “Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos”. Poco más de quince siglos después, san Ignacio de Loyola escribiría en sus Ejercicios Espirituales: “el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” [EE 230], lo cual equivale a su vez al conocido refrán que dice: “obras son amores, que no buenas razones”. No faltan quienes ni siquiera tienen una palabra de cariño para los demás. Pero, aun si decimos que amamos, mostrarlo en la práctica resulta cuesta arriba cuando tenemos que renunciar a nuestro egoísmo y a nuestra comodidad. Por eso tenemos que pedirle constantemente al Señor que nos dé su Espíritu, que es “el Espíritu de la Verdad”, para que haya coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. 2. “Les imponían las manos y recibían en Espíritu Santo”  La primera lectura de este domingo nos muestra a los apóstoles Pedro y Juan orando por los creyentes en Jesucristo resucitado que habían sido bautizados en su nombre pero todavía “no habían recibido el Espíritu Santo”, e imponiéndoles luego las manos para que lo recibieran. Esto quiere decir que habían recibido el sacramento del Bautismo, pero les faltaba el de la Confirmación, que para cada cristiano o creyente en Cristo equivale a la actualización del acontecimiento de Pentecostés en su propia vida. Teniendo esto en cuenta, preguntémonos cómo estamos viviendo nuestra Confirmación, y preparémonos interiormente para celebrar dentro de dos semanas la gran fiesta de Pentecostés, en la cual se actualiza para cada uno de los confirmados en la fe cristiana el acontecimiento de la venida del Espíritu Santo, que les hizo posible a los primeros discípulos de Jesús, y nos hace también posible a nosotros, si lo dejamos actuar en nuestra existencia concreta, el cumplimiento cabal del compromiso que significa creer en Él y proclamar su resurrección dando testimonio de esta fe con nuestras obras. 3. “Estén siempre prontos para dar razón de su esperanza” Esta exhortación de la segunda lectura de hoy, tomada de la 1ª Carta de san Pedro, constituye una invitación a dar testimonio de que nuestra fe no es irracional, sino razonable. En efecto, la fe en Jesucristo resucitado no se opone a la razón, y por lo mismo el hecho de creer en Él no implica actitudes ni conductas fanáticas. No es con sentimentalismos ni con fenómenos espectaculares como se da razón de la esperanza que nos da la fe en Jesucristo, sino con la coherencia entre lo que afirmamos que creemos y lo que hacemos, es decir, con la honestidad y la rectitud de nuestro comportamiento: un comportamiento orientado a la comprensión, a la tolerancia, a la compasión, a la construcción de la paz en nuestras relaciones cotidianas con los demás. Una de las formas de dar razón de nuestra esperanza es asumir con paciencia, sin devolver mal por mal, las dificultades que nos pueden sobrevenir como consecuencia del cumplimiento de nuestro deber de creyentes, tal como les sucedió a los primeros cristianos, que tuvieron que padecer la persecución por dar testimonio de su fe. Ellos padecieron la incomprensión siguiendo el ejemplo de Jesús, y también nosotros tenemos que estar dispuestos a afrontar todo lo que implica dar testimonio de nuestra fe. Ahora bien, pensemos cuánto sufren a la larga quienes se pasan la vida engañando, envidiando, haciendo daño, alimentando odios, desarrollando rencores, maquinando venganzas. A este respecto son significativas las palabras de la primera carta de Pedro en

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Día del Maestro en Preescolar

El 15 de mayo los profesores de Preescolar compartieron un rato muy ameno, conmemorando su día. Con el apoyo de las Mamas Solidarias de Preescolar disfrutaron, compartieron y se integraron en un ambiente muy agradable. Muchas gracias profesores por toda su dedicación y compromiso con los estudiantes, es una alegría para nosotros que sean parte del colegio San José. FELIZ DÍA DEL MAESTRO. Escrito por: Maria Claudia Echeverría – Coordinadora de Bienestar Estudiantil Preescolar

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