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El Mensaje del Domingo 28 de Junio

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se reunió mucha gente a su alrededor y Él se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: -Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente […]. Y llegaron de la casa del jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas, basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: -¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida. Y se reían de Él. Pero Él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la tomó de la mano y le dijo: -Talitá kumi (que significa “Contigo hablo, levántate”). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía como doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase, y les dijo que le dieran de comer (Marcos 5, 21-24 y 35b-43). El mensaje central de este relato del Evangelio es la invitación a la fe en el Dios de la vida, a cuya acción resucitadora se refieren también la primera lectura (Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24) y el Salmo 30 (29). Al compartir esta misma fe, dispongámonos también a compartir con las personas necesitadas lo que tenemos, como se nos invita a hacerlo en la segunda lectura (2 Corintios 8, 7. 9. 13-15). 1. Jesús le dice al jefe de la sinagoga: -No temas, basta que tengas fe. La “sinagoga” era entonces y sigue siendo hoy para los judíos un recinto destinado a las reuniones de la comunidad para escuchar las sagradas escrituras, orar e instruirse acerca de las prescripciones morales y rituales de la Ley de Dios promulgada a través de Moisés. Ante la noticia que le dan al jefe de la Sinagoga de Cafarnaúm -el puerto pesquero de Galilea, donde Jesús inició su vida pública y su predicación-, Jesús lo invita a no desanimarse. Las palabras “no temas, basta que tengas fe”, son dirigidas también hoy a nosotros, especialmente en las situaciones difíciles, en las que se oscurece el horizonte de nuestra vida y nos envuelve el temor ante los problemas. 2. Jesús les dice a quienes lloran: -La niña no está muerta, está dormida […]. Luego entra donde está la niña, la toma de la mano y le dice: […] Levántate. Los relatos de milagros de resucitación obrados por Jesús durante su vida terrena (este de la hija de Jairo, el del hijo de la viuda de Naím y el de Lázaro de Betania, amigo de Jesús) -como también los de aquellos que habían sido realizados por los profetas Elías y Eliseo -narrados en el primer libro de los Reyes del Antiguo Testamento- y los que cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles que realizaron los apóstoles Pedro y Pablo-, difieren del misterio de la resurrección gloriosa a una vida eterna. La vida terrenal de esas personas, después de haber sido revivificadas, iba a terminar definitivamente algún día. Sin embargo, todos podemos tener la esperanza en una vida eterna después de nuestra existencia en este mundo, y éste es precisamente el núcleo del mensaje pascual de la resurrección de Cristo, prenda de nuestra resurrección futura. Jesús dice que la niña no está muerta, sino dormida. En otro pasaje de los evangelios, con respecto a la muerte de su amigo Lázaro, les comentará a sus discípulos “Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo” (Juan 11, 11). La Iglesia emplea también en su liturgia la metáfora del sueño para referirse a la muerte, como cuando al rezar por los difuntos en la Misa decimos: “Acuérdate también Señor de nuestros hermanos y hermanas que durmieron en la esperanza de la resurrección”, pidiéndole por su “descanso eterno” al Dios que “creó al ser humano para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser”, como dice la primera lectura. La resucitación de la hija de Jairo en el Evangelio de este domingo nos invita a reconocer con fe el poder creador y renovador del Espíritu de Dios, que se manifiesta presente en Jesús. Animados por la fe en este poder del Dios que da la vida, podemos decir, a pesar de nuestras experiencias dolorosas, la frase del Salmo: Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. 3. Vida después de la vida Los relatos evangélicos de resucitación nos presentan hechos de reanimación o revivificación después de experiencias que podrían ser asimiladas a las que presentan las narraciones contemporáneas de personas que han “vuelto a la vida” y dicen que Dios les ha dado “una segunda oportunidad”. No son pocos los relatos de quienes han tenido la llamada experiencia del túnel, después de haber sido declarados muertos o haber sufrido estados de catalepsia, o de haberse detenido por un tiempo considerable los latidos de sus corazones, y han vuelto a la vida. Tales relatos, como los de un famoso libro que recopila hechos de esta índole bajo el título Vida después de la vida, tienen en común la vivencia de una especie de túnel oscuro y una luz al final que atrae a quienes están dejando la vida material. De todos modos, el paso de esta vida a la eternidad sigue siendo un misterio que sólo podremos comprender a la luz de la fe en el Dios de la vida.

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El Mensaje del Domingo 21 de Junio

Domingo XII del Tiempo Ordinario – Ciclo B Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. Al anochecer, Jesús dijo a sus discípulos: -Vamos al otro lado del lago. Entonces dejaron a la gente y llevaron a Jesús en la barca en que ya estaba; y también otras barcas lo acompañaban. En esto se desató una tormenta, con un viento tan fuerte que las olas caían sobre la barca, de modo que se llenaba de agua. Pero Jesús se había dormido en la parte de atrás, apoyado sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: -Maestro: ¿no te importa que nos estemos hundiendo? Jesús se levantó y dio una orden al viento, y dijo al mar: -¡Silencio! ¡Quédate quieto! El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo. Después dijo Jesús a los discípulos: -¿Por qué están asustados? ¿Todavía no tienen fe? Ellos se llenaron de miedo, y se preguntaban unos a otros: -¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen? (Marcos 4,35-41). Este relato del Evangelio nos invita a la fe en la presencia y la acción salvadora de Jesús en los momentos difíciles. Tanto en la vida personal como en la de toda comunidad humana, pueden sobrevenir y de hecho sobrevienen tempestades que amenazan con hundirnos y destruir nuestras esperanzas. Pero como dice el refrán popular, “después de la tempestad viene la calma”, y esto se cumple cuando no nos dejamos vencer por la desesperación y recurrimos al Señor, sin dejar por ello de poner cuanto esté de nuestra parte. Meditemos en el Evangelio, teniendo en cuenta también los otros textos bíblicos de hoy [Job 38, 1. 8-11; Salmo 107 (106), 23-26.28-31; 2 Corintios 5, 14-17]. 1. Jesús dijo a sus discípulos: Vamos al otro lado del lago (…). Se desató una tormenta (…). Jesús se levantó y dio una orden (…), y todo quedó tranquilo. Cuando Jesús dice en este pasaje del Evangelio “vamos al otro lado el lago”, se refiere al pueblo pagano de los llamados “gerasenos”, situado en la orilla oriental del lago de Tiberíades, llamado también, por su tamaño y la fuerza de su oleaje, el “mar de Galilea”. Esta acción de dirigirse a la orilla opuesta es muy significativa para los estudiosos de los textos bíblicos, quienes ven en ella una referencia a la misión que Jesús le iba a dar a su Iglesia de proclamar la Buena Noticia más allá de las fronteras nacionales del pueblo de Israel. Las primeras comunidades cristianas, al escuchar este relato que encontramos con distintos matices en los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, seguramente lo asociaban a la imagen de la tempestad empleada con frecuencia en los textos bíblicos, como por ejemplo en el Salmo 107 (106), que invita a dar gracias a Dios por su misericordia, evocando con la imagen de la tempestad la historia de Israel en la que, a pesar de las constantes dificultades e incluso de las infidelidades propias de la debilidad humana, se había manifestado en favor de su pueblo el poder salvador de Dios, que aplacaba los vientos y con la suave brisa de su Espíritu lo conducía seguro al puerto de la tierra prometida. El mismo poder salvador de Dios iban a reconocer los discípulos de Jesús que estaba presente y actuante en Él, pero tal reconocimiento sólo sería posible gracias a la fe pascual en Cristo resucitado, quien con la energía del Espíritu Santo les daría la fuerza necesaria para afrontar el oleaje de las persecuciones. La barca de Pedro, símbolo de la Iglesia o comunidad de los discípulos de Jesús, estaría constantemente amenazada por las tormentas del mal, pero siempre sería defendida por la presencia de su Maestro. 2. Las preguntas de los discípulos: -Maestro, ¿no te importa que nos estemos hundiendo? (…) -¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen? Estas dos preguntas de los discípulos son muy significativas. Muchas veces, en medio de los problemas que nos toca afrontar, nos parece que Dios se desentiende y nos deja a la deriva, como si no le importáramos. Y también otras muchas, cuando encontramos la solución a los problemas, puede suceder que no reconozcamos claramente la presencia salvadora del Señor. Eso mismo les ocurrió a los discípulos de Jesús que iban con Él en la barca, e incluso después del milagro “se llenaron de miedo”, porque juzgaban con criterios humanos, como escribe el apóstol Pablo en la segunda lectura de hoy. Necesitamos que Dios mismo abra nuestras mentes y nos haga experimentar y comprender desde la fe su presencia amorosa y su acción salvadora. Este es el sentido del pasaje bíblico de la primera lectura, cuando “El Señor le habló a Job de en medio de la tempestad (…), diciéndole: Yo le puse un límite al mar y cerré con llave sus compuertas. Y le dije “llegarás hasta aquí, y de aquí no pasarás; aquí se romperán tus olas arrogantes”. El mismo Dios todopoderoso que en todo el capítulo 38 del libro que lleva el nombre de Job le habla así a este personaje simbólico del Antiguo Testamento, es el que se nos revela en la persona de Jesús. 3. Las preguntas de Jesús: -¿Por qué están asustados? ¿Todavía no tienen fe? El miedo proviene de la falta de fe. Los primeros seguidores de Jesús tardaron un buen tiempo en tener la fe que requerían para afrontar las dificultades inherentes a la misión que iban a recibir de proclamar el Evangelio con una perspectiva universal. Iban a ser necesarias la iluminación y la energía del Espíritu Santo, después de la muerte y resurrección de Cristo, para que pudieran enfrentarse al oleaje de las incomprensiones y persecuciones confiando en el poder del amor infinito de Dios. También nosotros necesitamos de esa fe, una fe que nos haga posible luchar sin desfallecer en medio de las situaciones difíciles, siendo impulsados por el amor de Cristo, como dice el apóstol Pablo en la segunda lectura. Pidámosle al Señor que nos conceda y nos aumente la

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El Mensaje del Domingo 7 de Junio

Domingo de El Cuerpo y la Sangre de Cristo- Ciclo B Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. El primer día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de Pascua, los discípulos de Jesús le preguntaron: Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? Entonces envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: Vayan a la ciudad. Allí encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo, y donde entre, digan al dueño de la casa: El Maestro pregunta: ¿Cuál es el cuarto donde voy a comer con mis discípulos la cena de Pascua? Él les mostrará en el piso alto un cuarto grande, arreglado y ya listo para la cena. Prepárennos allí lo necesario¡. Los discípulos salieron y fueron a la ciudad. Lo encontraron todo como Jesús les había dicho, y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó en sus manos el pan y, habiendo pronunciado la bendición, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: -Tomen, esto es mi cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, se la pasó a ellos, y todos bebieron. Les dijo: -Esto es mi sangre, con la que se confirma la alianza, sangre que es derramada en favor de muchos. Les aseguro que no volveré a beber del producto de la vid, hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios. Después de cantar los salmos, se fueron al Monte de los Olivos. (Mateo 14, 12-16. 22-26). La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que comenzó a celebrarse en la ciudad belga de Lieja en el año 1246, fue extendida en el 1264 a toda la Iglesia Católica por el papa Urbano IV para proclamar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, contrarrestando así las enseñanzas de quienes la negaban y decían que el pan y el vino consagrados eran simplemente un símbolo conmemorativo de la última cena del Señor. 1. La Eucaristía es sacrificio y sacramento Como sacrificio, la Eucaristía es el memorial que no sólo recuerda, sino además actualiza el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. La primera lectura (Éxodo 24, 3-8) evoca lo que desde nuestra fe reconocemos como una prefiguración de este sacrificio redentor de Jesús, quien iba a cambiar con la entrega de su propia vida el antiguo rito llamado “sacrificio de comunión” realizado con la sangre de animales para establecer la alianza o pacto de amistad entre Dios y el pueblo escogido de Israel. Con su sacrificio redentor, Jesús se constituye en “mediador de una alianza nueva”, tal como nos lo indica la segunda lectura (Hebreos 9, 11-15), y como el propio Jesús nos lo dice en el texto del Evangelio: “esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada en favor de muchos”. La palabra “muchos” significa aquí que, aunque la acción redentora de Jesús tiene como destinataria a toda la humanidad, sólo reciben sus efectos quienes se esfuerzan, con la ayuda de la gracia divina, por vivir de acuerdo con el contenido de sus enseñanzas, que se resumen en la Ley del Amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como Jesús mismo nos mostró que Dios nos ama a todos. Como sacramento, la Eucaristía es por excelencia el signo sensible de la presencia salvadora de Jesucristo, que nos alimenta espiritualmente con su propia vida entregada y resucitada, y que por la acción del Espíritu Santo nos une en comunidad. “Comunión” significa precisamente tanto el hecho de participar por este sacramento de la vida eterna del Señor, como también el de formar con Él y entre nosotros, al compartir su Cuerpo y su Sangre -es decir, su vida- una comunidad fraterna de hijos e hijas de Dios. 2. En la Eucaristía se hace realmente presente Jesucristo resucitado La presencia de Jesús en la Eucaristía no es aparente, es real. Pero esta realidad no es la de un fenómeno material verificable por los sentidos, sino la de un misterio de orden espiritual, sólo captable por la fe. Esa presencia suya en medio de nosotros después de su muerte y resurrección, quiso invitarnos Él a reconocerla en las especies del pan y el vino consagrados con el rito que, en la última cena antes de su pasión, les dijo a sus primeros discípulos que repitieran después en conmemoración suya. En este sentido, el pan (las “hostias” hechas de pan ácimo o sin levadura) y el vino, en virtud de su consagración, se convierten para nosotros, gracias a la acción de su Espíritu Santo, en la presencia viva de Jesús. Él es la Palabra de Dios hecha carne que nos alimenta no sólo con sus enseñanzas, sino con su propia vida entregada y resucitada que está siempre disponible para nosotros en lo que llamamos el Santísimo Sacramento. Tal es el sentido de las hostias consagradas que se guardan en el sagrario para nuestra adoración y para la comunión de quienes, por enfermedad u otra razón similar, no han podido o no pueden participar presencialmente en la celebración eucarística. 3. Celebrar la Eucaristía es expresar que somos y queremos ser comunidad Al compartir en la comunión la vida entregada y resucitada de nuestro Señor Jesucristo, su Espíritu nos une en un solo cuerpo, una comunidad llamada a realizar el mandamiento del amor. La Encíclica Dios es Amor, publicada por el Papa Emérito Benedicto XVI al finalizar el año en que inició su pontificado (2005), nos ofrece una reflexión muy apropiada para meditar hoy en el significado de la Eucaristía, que a su vez guarda una estrecha relación con la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús que celebraremos el próximo viernes: “Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan (cf. 19, 37), ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta Carta Encíclica: «Dios es amor» (1 Juan 4, 8). Es allí, en la cruz, donde puede

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Día de las Madres en Preescolar 2015

Por: Maria Claudia Echeverria El mes de Mayo se celebra un día muy especial para todas las Madres y en el Preescolar se les hace un reconocimiento por todo el amor, dedicación y compromiso hacia sus hijos. En los salones de clase las profesoras con los niños prepararon un acto significativo para ellas en su día, fiestas temáticas, mariachis, bailarines, canciones, manualidades y más. Todos se esmeraron por organizar las diferentes presentaciones, que fueron ensayadas durante varios días para darles lo mejor a sus mamitas. “FELICITACIONES A TODAS LAS MADRES”

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Día del Maestro en Preescolar 2015

Por: Maria Claudia Echeverria El 14 de mayo las madres solidarias de Preescolar organizaron una celebración muy sentida y emotiva con motivo del día del maestro. La reunión fue mexicana, los profesores disfrutaron un rato muy ameno con un delicioso almuerzo, la presentación de algunos niños, animación a cargo de un hombre orquesta, concursos y rifas. A las mamitas solidarias muchas gracias por todo su empeño, dedicación y por hacernos sentir muy felices en nuestro día.

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Partido de fútbol: Instituto Educativo de Santa Lucía vs Selección CSJB

DIRECCIÓN DE BIENESTAR ESTUDIANTIL FRATERNIDAD COLEGIO SAN JOSÉ – INSTITUTO EDUCATIVO DE SANTA LUCÍA El viernes 22 de mayo de 2015 el equipo de futbol del Instituto Educativo de Santa Lucía y la Selección de futbol del Colegio San José se dieron cita en la cancha de futbol de Santa Lucía Atlántico, para tener un encuentro amistoso que tenía como objetivo principal continuar con el fortalecimiento de la hermandad que hay entre ambos equipos, aportando a su vez al enriquecimiento en valores, integralidad y crecimiento deportivo. Los jugadores estuvieron acompañados por sus profesores y el Hno. José A. Aguiar S.J Director de Bienestar Estudiantil del Colegio. Por: Susana De La Ossa – Asistente de Bienestar Estudiantil.

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Ganadora de la Rifa Solidaria – Family Day 2015

Por: Susana De La Ossa – Asistente de Bienestar Estudiantil. El 26 de abril de 2015, en el marco del Family Day las Madres Solidarias del Colegio realizaron una rifa de una pensión del Colegio, con la cual se pretendía recaudar fondos para las obras sociales que se adelantan en el Corregimiento de Santa Lucía Atlántico. La feliz ganadora Sra. Liliana Rodríguez recibió el equivalente en las oficinas de Bienestar Estudiantil. ¡Felicidades! Recuerda: con tu aporte se construyen viviendas y familias felices.

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Dia del Niño 2015 en Preescolar

Por: Maria Claudia Echeverria El 30 de abril el Preescolar estuvo de fiesta, celebramos un día muy especial “ el día del niño”. Desde Bogotá trajimos una obra de teatro LA CASA EN EL ÁRBOL, de Green Book Players. Los niños disfrutaron al máximo la presentación, participant activamente, interactuar con los personajes y bailar al ritmo de la música. Luego compartieron una deliciosa merienda con sus compañeritos de la clase. Los niños son la alegría de nuestro Preescolar. ¡FELIZ DÍA!

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Día del Trabajador 2015 Preescolar

Por: Maria Claudia Echeverria En el Preescolar también celebramos el día del trabajador con un sencillo y especial acto en el que reunimos a algunos de nuestros trabajadores del colegio y a los niños en el Auditorio Pedro Arrupe, en donde los estudiantes de kínder 5 B y D se lucieron con una presentación muy linda donde mostraron su talento para la música, el teatro y la actuación. Muchas gracias a todos nuestros trabajadores por su esfuerzo y dedicación en sus diferentes oficios. ¡FELICITACIONES!

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El Mensaje del Domingo 31 de Mayo

Domingo de la Santísima Trinidad Ciclo B Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 16-20). Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad: un solo Dios en tres personas distintas. Las lecturas bíblicas (Deuteronomio 4,32-34.39-40; Romanos 8, 14-17; Mateo 28, 16-20) nos invitan a renovar nuestra fe en el misterio inefable de Dios que se nos ha revelado como el Padre creador del universo, el Hijo salvador de la humanidad y el Espíritu Santo que nos vivifica, nos renueva, nos ilumina, nos une en comunidad y nos hace posible construir relaciones de amor auténtico. 1. El Misterio de Dios trino y uno Cuenta el gran filósofo y teólogo San Agustín (354-430 d.C.) que en cierta ocasión, mientras caminaba por la playa tratando de entender la doctrina de la Santísima Trinidad, vio a un niño que intentaba vaciar toda el agua del mar en la concha de un caracol, y así pudo comprender que la mente humana, por más esfuerzos que haga, es incapaz de abarcar la infinitud del misterio de Dios. El lenguaje bíblico, al intentar describir a Dios -no para definirlo, porque el Infinito es indefinible-, lo hizo con una palabra que en su sentido auténtico y más completo corresponde a lo que mejor puede caracterizar la experiencia de Dios: “Dios es Amor” (1 Juan 4, 8.16). Ahora bien, si Dios es Amor, tiene que ser plural, pues para que exista el amor tiene que haber alguien que ama, alguien que sea amado y le corresponda también amando, y la relación misma de amor entre ambos. Este es el sentido del misterio: un solo Dios que es pluralidad en la perfecta comunidad de amor, y por lo mismo es unidad en la diversidad de personas. Es así como Dios Padre se nos revela en las enseñanzas y en la obra salvadora de su Hijo Jesucristo, su Palabra hecha carne por la acción del Espíritu Santo. Este mismo Espíritu nos mueve a reconocer el amor de Dios llamándolo “Padre” (“Abba”: palabra de origen sirio-caldeo que significa literalmente “Papá” y fue empleada originariamente por el mismo Jesús para dirigirse a Dios), y nos hace posible corresponder a él en el cumplimiento de su voluntad, que es voluntad de amor. 2. Los símbolos de la Santísima Trinidad Muchos símbolos han venido siendo empleados para tratar de expresar el misterio de Dios uno y trino, aunque en definitiva todos se quedan cortos. El Salmo 33 (32), por ejemplo, propuesto como respuesta a la primera lectura de hoy, habla tanto de la “palabra del Señor” como del “aliento de su boca”, imágenes del Hijo y del Espíritu, que con el Padre constituyen un solo Dios. Uno de los símbolos es la imagen del sol, que es fuente de energía, luz y calor. El Padre es la fuente, el Hijo es la luz que nos revela a Dios Padre y el Espíritu Santo es el fuego que nos ilumina y enciende en nosotros la llama del amor, pero las tres personas en su pluralidad son un solo Dios. Otra imagen es la del triángulo equilátero: tres ángulos o tres lados distintos, pero una sola figura geométrica. Cada ángulo o cada lado es un elemento de esta figura, y aunque ninguno de ellos es lo que son los otros dos, los tres forman un mismo y único ser. Pero la imagen que más llama la atención es la que usó san Patricio (387-461 d.C.), quien para presentarles el misterio de Dios a los paganos de Irlanda señalaba en la hoja del trébol sus tres componentes para indicar el sentido de la fe en la uni-trinidad divina: un solo Dios cuyo ser actúa y se manifiesta pluralmente. 3. Nuestra fe en la Trinidad nos impulsa a la realización de lo que ella significa “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes”, es la frase con la que el apóstol Pablo solía saludar a las comunidades a las que dirigía sus cartas. Este es el origen del saludo con el que el sacerdote que preside la Eucaristía, después de hacer la señal de la cruz invocando a Dios uno y trino, suele iniciar la celebración del amor infinito de Aquél a quien en el himno del Gloria alabamos como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Luego, en la oración anterior a las lecturas, invocamos la mediación de Jesucristo, el Hijo, que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo. En el Credo proclamamos nuestra fe en la Santísima Trinidad, e inmediatamente antes de la consagración, después de haber alabado al tres veces Santo, le pedimos a Dios Padre que santifique con su Espíritu el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de su Hijo Jesucristo. Y al terminar la plegaria eucarística, hacemos el brindis con el que por Cristo, con Él y en Él, le reconocemos todo el honor y la gloria a Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo. Finalmente, al terminar la Misa el sacerdote imparte para todos la bendición de Dios uno y trino. En un libro de meditaciones escrito por el teólogo Joseph Ratzinger -hoy el Papa Emérito Benedicto XVI-, titulado El Dios de los Cristianos, en su sección subtitulada “Dios es trinitariamente uno”, leí la siguiente reflexión que se relaciona con el pasaje del Evangelio de hoy: “¿Cuántas veces hemos hecho la

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