Colegio San José Barranquilla

El Mensaje Del Domingo 22 de Febrero

I Domingo de Cuaresma– Ciclo B

Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.

UntitledEn aquel tiempo el Espíritu impulsó a Jesús hacia el desierto. Allí estuvo cuarenta días, viviendo entre las fieras y siendo tentado por Satanás, y los ángeles le servían. Y después de haber sido Juan llevado a la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar la buena noticia de parte de Dios. Decía: “Ya se cumplió el plazo señalado, el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Marcos 1, 12-15).

Desde el “miércoles de ceniza”, con la señal de la santa cruz marcada sobre nuestra frente y con la frase “conviértete y cree en el Evangelio”, hemos sido exhortados a reorientarnos hacia Dios y renovar nuestra fe en su buena noticia de salvación. El Evangelio de hoy termina con la misma exhortación, y las tres lecturas bíblicas nos plantean tres temas de reflexión íntimamente relacionados entre sí:

  • La alianza del Creador con la humanidad (Génesis 9, 8-15).
  • Las tentaciones que enfrentó Jesús para enseñarnos a vencerlas (Marcos 1, 12-13).
  • La renovación de la gracia que hemos recibido en el bautismo (1 Pedro 3, 18-22).

1.- Dios quiere establecer una alianza con la humanidad

Los relatos de los primeros nueve capítulos del libro del Génesis, desde la creación del universo y del ser humano, pasando por el “pecado original” y sus consecuencias inmediatas, hasta el diluvio del cual fueron salvados Noé con su familia y un resto de las demás criaturas, son narraciones que nos muestran a un Dios compasivo que no quiere la destrucción del ser humano sino su renovación.

Para ello establece con Noé y sus descendientes -es decir, con toda la humanidad- un pacto cuyo signo es el arco iris. Más adelante en el mismo libro del Génesis, Dios mismo insistirá en su voluntad inquebrantable de alianza con el ser humano al revelarse a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, y en los libros del Éxodo y del Deuteronomio al manifestársele al pueblo de Israel por medio de Moisés y con la promulgación de los diez mandamientos.

Posteriormente, a través de los profetas, el Señor recordará a su pueblo el sentido de esa alianza que Él quiere mantener, buscando siempre caminos para el logro de una plena reconciliación de sus criaturas con Él y entre ellas. Así deberíamos también actuar nosotros: nunca darnos por vencidos en la búsqueda de una sociedad reconciliada, en la que se respete la vida y sepamos todos convivir como hermanos, hijos de un mismo Creador.

2.- Jesús es sometido a la tentación para enseñarnos a vencer las fuerzas del mal

Después de ser proclamado como el “Hijo amado” de Dios en el bautismo recibido de Juan, y luego del encarcelamiento de éste por orden del rey Herodes, encontramos a Jesús en el desierto de Judea, dedicado a un retiro espiritual de cuarenta días. Este número, de donde se deriva el nombre de la “cuaresma”, que es el tiempo litúrgico iniciado el miércoles de ceniza, evoca los cuarenta años de la duración del diluvio según el libro del Génesis (7, 17), como también los cuarenta días que estuvo Moisés en el monte Sinaí comunicándose con Dios (Éxodo 24, 18), los cuarenta años que duró la peregrinación del pueblo hebreo por el desierto hacia la tierra prometida (Éxodo y Deuteronomio), y los cuarenta días de camino del profeta Elías por el mismo desierto hacia el monte Horeb -otro nombre del Sinaí- para encontrarse con Dios (1 Reyes 19, 8-14).

Los tres evangelistas que narran tanto el bautismo de Jesús como su retiro al desierto, (Marcos, Mateo y Lucas) indican que Jesús fue al desierto impulsado por el Espíritu. Lucas agrega el adjetivo “Santo”. Fue un retiro motivado por el aliento vital de Dios, al que luego reconocería la Iglesia como la tercera persona de la Santísima Trinidad. Y es precisamente con el poder del mismo Espíritu Santo como Jesús vence la tentación que proviene de “Satanás”, palabra que significa “el adversario” y con la que es denominado en los Evangelios el poder del mal que se opone al Reino de Dios y pretende destruirlo.

El relato de Marcos es el más breve. No precisa cómo fue tentado Jesús -como sí lo hacen Mateo y Lucas narrando tres tipos de tentación-, pero incluye un detalle significativo: estuvo “viviendo entre las fieras”. Así presenta a Jesús como un nuevo Adán, capaz de triunfar sobre la tentación original: la del egoísmo que lleva al ser humano a dejar de reconocerse como criatura para pretender “ser como Dios”.

También nosotros, especialmente en este tiempo de la Cuaresma, somos invitados a dejarnos mover por el Espíritu Santo hacia espacios de “desierto”, es decir, de silencio interior y desapego de todo cuanto nos impide comunicarnos con Dios, con el fin de hacer una revisión a fondo de nuestras vidas y recibir la fuerza divina requerida para resistir y vencer las tentaciones, y orientar nuestra vida hacia Él.

 3.- Dispongámonos a ser renovados con la gracia de Dios recibida en el bautismo 

Jesús proclamó la cercanía del Reino de Dios, es decir, del poder del Amor, disponible para nosotros si nos dejamos impulsar por el Espíritu Santo. Es Cristo mismo, quien “murió por nuestros pecados una vez para siempre (…) para conducirnos a Dios” como dice la primera carta de Pedro en la segunda lectura, el que con la misma paciencia que Dios siempre ha tenido “desde los tiempos de Noé” para ofrecer a toda la humanidad su misericordia infinita, nos invita a reconocer nuestra necesidad de salvación.

Expresemos, pues, nuestra sincera voluntad de conversión dándole un sentido auténtico a la Cuaresma. Y dispongámonos a ser renovados con la gracia de Dios recibida en el bautismo mediante el al sacramento de la Reconciliación, revisando en qué tenemos que cambiar para reorientar nuestra existencia al cumplimiento de la voluntad de Dios (hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo), implorando su misericordia con la intención de ser también nosotros compasivos con los demás (perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos…)  y pidiendo la fuerza de su Espíritu para vencer todo cuanto se oponga al plan de Dios en nuestra vida  (no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal).-

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