XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: -Vayan también ustedes a mi viña, y les pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros desocupados, y les dijo: -¿Cómo es que están aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. Y Él les dijo: -Vayan también ustedes a mi viña.
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: -Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. -Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: -Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él le replicó a uno de ellos: -Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». (Mateo 20, 1-16).
Una de las características más notorias de la predicación de Jesús es su insistencia en que la acción salvadora de Dios implica una total gratuidad y se debe por completo a su iniciativa amorosa. Esto quiere decir que nosotros, por buenos y justos que nos creamos, no tenemos por qué exigirle a Él la obligación de pagarnos por lo que hacemos.
Este es el mensaje que nos trae el Evangelio de hoy. Meditemos en lo que nos enseña esta parábola, teniendo en cuenta también las otras lecturas del presente domingo [Isaías 55, 6-9; Salmo 142 (141), 2-3. 8-9. 17-18; Filipenses 1, 20c-24. 27].
1.- Salió a contratar jornaleros para su viña
La imagen de la recolección de las uvas había sido empleada por los profetas del Antiguo Testamento para simbolizar la acción de Dios que hizo del pueblo de Israel un campo de siembra del que esperaba frutos buenos y abundantes. Jesús retoma esta imagen para enseñarles que el Reino de Dios consiste en la acción salvadora de Dios mismo que concede la felicidad plena a todos los que acogen su invitación a convertirse y seguir el camino que Él mismo nos ha mostrado a través de su Hijo Jesucristo: el camino del Amor, que es a la vez el reconocimiento de Dios como nuestro Creador y de nuestros prójimos como hijos de Dios, cualquiera que sea su raza, cultura, credo o condición social.
2.- Los primeros pensaban que recibirían más, pero también recibieron un denario
A primera vista la forma de proceder del dueño de la hacienda es injusta. ¿Cómo así que a quienes se rompieron el lomo durante todo un día les viene a pagar lo mismo que a los que apenas trabajaron la última hora? Pero la finalidad de esta parábola no es darnos una lección de derecho laboral, sino hacerles ver a quienes se creían “primeros” y consideraban que por el hecho de ser de una raza elegida Dios y por practicar unas normas rituales les debía pagar mucho más que a los otros, lo equivocados que estaban al criticar la acogida que recibían de Jesús aquellos a quienes ellos rechazaban como pecadores. Éstos, que son los “últimos” a quienes se refiere Jesús, eran los publicanos, las prostitutas, los marginados sociales, los excluidos, y en general todas las personas que, desde distintas procedencias, se habían hecho sus discípulos.
3.- “Los últimos serán primeros y los primeros serán últimos”
Esta frase de Jesús aparece varias veces en los Evangelios en contextos distintos, pero siempre para hacer referencia a lo que Dios mismo había dicho a través del profeta Isaías, como escuchamos en la primera lectura: “Mis planes no son los planes de ustedes, los caminos de ustedes no son mis caminos… Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los de ustedes, mis planes que los de ustedes”. Ahora bien, esta referencia a los designios de Dios la aplica Jesús a la acogida que Él mismo les brinda a los pecadores que atienden su invitación y se convierten dejándose transformar por la acción de su Espíritu. A esto se refiere a su vez el mismo pasaje de Isaías, en el que Dios dice: “que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y de él tendrá piedad nuestro Dios, que es rico en perdón”.
A tal actitud misericordiosa corresponde precisamente la justicia propia de Dios, la misma que canta el Salmo al proclamar que “El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones”. En otras palabras, la “justicia divina” no es la frialdad condenatoria de un juez implacable, sino la bondad infinita de un Padre compasivo.
Conclusión
En la segunda lectura bíblica dice el apóstol san Pablo que lo importante es llevar una vida digna del Evangelio de Cristo. Al haber escuchado y meditado el pasaje evangélico de este domingo, dispongámonos a hacer realidad en nuestras actitudes cotidianas las enseñanzas de Jesús, en quien se nos presenta personalmente Dios hecho hombre para mostrarnos su generosidad y su misericordia infinitas. Así como él procede, también debemos proceder nosotros: con una disposición plena a la compasión, totalmente opuesta al orgullo condenador de los que se creen buenos y santos y consideran a los demás como pecadores que no merecen perdón.-