Colegio San José Barranquilla

Jesuitas

¡Feliz Día San Ignacio De Loyola!

Hoy celebramos la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús e inspirador de toda nuestra propuesta educativa. Con mucho gozo nos reunimos como comunidad educativa para dar gracias a Dios por su legado, al mismo tiempo que le pedimos nos regale su generosidad en estos tiempos no menos apremiantes que los suyos. Si algo caracterizó a este español del siglo XVI fue su férrea voluntad de “afectarse mucho” en todo lo que emprendía, que podemos traducir en nuestras palabras, como “dar todo de sí”, sin temor a morir en el intento. Luego de una vida de destacado cortesano y militar, Ignacio por una herida de batalla, conoce a Dios, y se opera en su interior lo que él llama “una mudanza en el ánima”, es decir, un cambio radical en el alma y el modo como concebía su vida y su relación con Dios. Poco a poco irá afinando, al paso de los años y de muchas experiencias, el “para qué” de este cambio y el “hacia dónde” de la voluntad de Dios en su vida. Por eso la vida de Ignacio y con ella la fundación de la Compañía de Jesús es fruto de la búsqueda de la voluntad de Dios, del discernimiento de un hombre que logro contagiar a otros, de un fuego que encendió otros fuegos; un hombre que nunca se quedó quieto ni anclado en su comodidad sino que siempre quería salir al encuentro de Dios, quería “ser peregrino”. Aún en su celda en Roma, ya como Superior General de la naciente Compañía, Ignacio miraba las estrellas de la noche y pensaba en sus compañeros que estaban lejos y en Dios que les había regalado tantas gracias, siendo él “pobre en bondad”, como escribía en sus cartas a puño y letra antes de firmarlas. Ignacio fue un hombre que hizo de su vida un gran libro donde Dios podía escribir a su antojo sus designios y logró un corazón donde cabía todo el mundo. Hoy también nosotros nos inspiramos en su vida, tal como lo hicieron San Francisco Javier, San Pedro Claver, San Luis Gonzaga, San Alberto Hurtado y tantos otros santos y santas que, como Ignacio, un día se pusieron ante la cruz preguntándose: ¿qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué puedo hacer por Cristo? Que Dios nos ayude a hacernos también esa pregunta y a responder con esa misma y total generosidad que les movió a unir sus pasos al peregrino de Loyola para “en todo amar y servir.”

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Mensa del domingo19072015

EL Mensaje del Domingo 19 de Julio

XVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B – Julio 19 de 2015 Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. Cuando los apóstoles regresaron de su misión y se reunieron con Jesús, le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces les dijo: “Vengan ahora ustedes a un lugar solitario y despoblado y descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo ni para comer. Se fueron, pues, en la barca a un lugar despoblado y solitario. Pero muchos los vieron irse y se dieron cuenta, y a pie fueron corriendo desde todos los pueblos y llegaron allá antes que ellos. Al desembarcar Jesús y ver toda esa multitud, sintió compasión por ellos porque andaban como ovejas sin pastor; entonces empezó a darles muchas enseñanzas (Marcos 6, 30-34). 1. “Vengan ahora ustedes a un lugar solitario y despoblado y descansen un poco” El domingo pasado recordábamos cómo Jesús llamó a sus primeros doce discípulos y los hizo sus apóstoles, es decir sus enviados para proclamar la Buena Noticia. Ahora los apóstoles regresan de su recorrido y, al contarle lo que han hecho y enseñado, Él los invita a descansar un poco. Necesitamos sentirnos activos y útiles, no sólo para nuestro sustento diario, sino también para nuestra propia realización personal. Pero también toda persona que trabaja necesita descansar. Por eso el ideal es poder combinar el trabajo con el descanso. Quienes trabajan en situaciones de responsabilidad en las que otros dependen de ellos, no pocas veces tienen que atender a las continuas solicitudes que les llegan en tiempos previstos para el reposo. También muchas personas se ven obligadas a multiplicar sus esfuerzos, privándose del descanso para poder conseguir el sustento propio y de sus familias. Y no faltan los adictos al trabajo que desconocen la necesidad de descansar, negándose cualquier posibilidad de re-creación. Pero el descanso es necesario, y para que sea verdaderamente re-creativo, es decir renovador, supone y exige la búsqueda de espacios y tiempos tanto de silencio interior para rehacernos espiritualmente, como de encuentro y relación con las personas en ambientes constructivos de distensión y diálogo. ¿Existen estos espacios y tiempos en mi vida? ¿Qué factores me pueden estar impidiendo una satisfacción equilibrada de la necesidad de un descanso renovador? ¿Qué debo y puedo hacer al respecto? 2. Al desembarcar Jesús y ver toda esa multitud, sintió compasión por ellos El segundo tema del Evangelio de hoy es la compasión de Jesús por la gente. Com-pasión significa sentir o padecer-con el que sufre o experimenta una situación difícil. En la lengua griega en la cual fueron redactados originalmente los Evangelios, el término empleado para expresar que Jesús se conmovió o sintió compasión equivale a “se le revolvieron las tripas”, una imagen viva de lo que significa el amor de Dios hecho hombre para compartir con nosotros las situaciones dolorosas y acompañarnos ayudándonos a superarlas. Ahora bien, el Evangelio no sólo nos invita a reconocer el amor compasivo de Dios ofrecido personalmente por Jesucristo, sino también a sentir y actuar como Él lo hizo, especialmente en relación con las personas más necesitadas. Una de las causas más profundas de la situación de injusticia social y de todas las demás formas de violencia en que se encuentra nuestro país es la falta de com-pasión, la indiferencia que lleva a muchos a desentenderse de los problemas de los demás, encerrándose en el egoísmo. Surgen así otras preguntas para la revisión personal. ¿Cómo me afectan los problemas de los demás? ¿Siento compasión por los que sufren? ¿Me importan los demás, o me desentiendo de ellos y sólo pienso en mis propios intereses? 3. Andaban como ovejas sin pastor; entonces empezó a darles muchas enseñanzas… El tercer tema del Evangelio de este domingo es la imagen del pastor como modelo de la misión encomendada por Jesús a sus apóstoles. Esta misma misión es la que los obispos, sucesores de ellos con el sucesor de Pedro a la cabeza -el Papa-, y también todos los que ejercemos distintos ministerios o servicios en la Iglesia de Cristo, estamos llamados a cumplir. Por eso a esta misión se le da el calificativo de “pastoral”. La situación descrita por el Evangelio al referirse a la multitud que andaba como ovejas sin pastor, no es sólo de aquel tiempo, cuando ni las autoridades romanas ni los jefes religiosos judíos se preocupaban por el auténtico bienestar de la gente del pueblo. Es de todas las épocas y se había dado, por ejemplo, en tiempos del profeta Jeremías, quien predicó en Jerusalén unos 650 años antes de Cristo. Ay de los pastores que dejan que se pierdan y dispersen las ovejas de mi rebaño, dice el profeta en la primera lectura de este domingo, refiriéndose a los reyes descendientes de David que habían promovido no sólo la idolatría, sino también la corrupción y la injusticia social en el pueblo de Dios (Jeremías 23, 1-6). Nosotros podemos aplicar esta denuncia profética también al nuevo Pueblo de Dios, iniciado por Jesucristo como una comunidad que supera la antigua división entre judíos y gentiles o paganos, en virtud de la reconciliación que Él mismo hizo posible gracias a su sacrificio redentor, y a la que se refiere el apóstol san Pablo en la segunda lectura de hoy (Efesios 2, 13-18). Jesús, que es nuestro Buen Pastor al que puede aplicarse en todo su sentido el Salmo 23 -el de la Misa de este domingo-, quiso contar con colaboradores que continuaran después de su vida terrena la misión pastoral que recibió de su Padre celestial. Sin embargo, hoy también podemos decir con el evangelista que mucha gente anda “como ovejas sin pastor”, no sólo porque escasean los sacerdotes, sino también por la falta de fidelidad y entrega de los que no cumplen debidamente con su misión pastoral. Y asimismo por la falta de líderes que den ejemplo de vida y sepan orientar a las personas hacia la verdadera felicidad. Pidamos, pues, a la luz del Evangelio de este domingo,

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¡Vamos al Circo!

Por:Olga Bermúdez Un escenario lleno de luz, color y fantasía, recreando la vida y el sentimiento de un circo, donde personajes como: Animales, domadores, payasos, mimos, malabaristas, bailarines, y una espectacular banda, hicieron de este un momento mágico, con vestuarios coloridos y la alegría de nuestros niños que iluminaban y le daban sentido a la puesta en escena, cantando y danzando con el alma; cada uno apropiado de su papel en esta historia, demostrando así toda su entrega, talento y amor por el arte.

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Partido de fútbol: Instituto Educativo de Santa Lucía vs Selección CSJB

DIRECCIÓN DE BIENESTAR ESTUDIANTIL FRATERNIDAD COLEGIO SAN JOSÉ – INSTITUTO EDUCATIVO DE SANTA LUCÍA El viernes 22 de mayo de 2015 el equipo de futbol del Instituto Educativo de Santa Lucía y la Selección de futbol del Colegio San José se dieron cita en la cancha de futbol de Santa Lucía Atlántico, para tener un encuentro amistoso que tenía como objetivo principal continuar con el fortalecimiento de la hermandad que hay entre ambos equipos, aportando a su vez al enriquecimiento en valores, integralidad y crecimiento deportivo. Los jugadores estuvieron acompañados por sus profesores y el Hno. José A. Aguiar S.J Director de Bienestar Estudiantil del Colegio. Por: Susana De La Ossa – Asistente de Bienestar Estudiantil.

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El Mensaje del Domingo 31 de Mayo

Domingo de la Santísima Trinidad Ciclo B Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 16-20). Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad: un solo Dios en tres personas distintas. Las lecturas bíblicas (Deuteronomio 4,32-34.39-40; Romanos 8, 14-17; Mateo 28, 16-20) nos invitan a renovar nuestra fe en el misterio inefable de Dios que se nos ha revelado como el Padre creador del universo, el Hijo salvador de la humanidad y el Espíritu Santo que nos vivifica, nos renueva, nos ilumina, nos une en comunidad y nos hace posible construir relaciones de amor auténtico. 1. El Misterio de Dios trino y uno Cuenta el gran filósofo y teólogo San Agustín (354-430 d.C.) que en cierta ocasión, mientras caminaba por la playa tratando de entender la doctrina de la Santísima Trinidad, vio a un niño que intentaba vaciar toda el agua del mar en la concha de un caracol, y así pudo comprender que la mente humana, por más esfuerzos que haga, es incapaz de abarcar la infinitud del misterio de Dios. El lenguaje bíblico, al intentar describir a Dios -no para definirlo, porque el Infinito es indefinible-, lo hizo con una palabra que en su sentido auténtico y más completo corresponde a lo que mejor puede caracterizar la experiencia de Dios: “Dios es Amor” (1 Juan 4, 8.16). Ahora bien, si Dios es Amor, tiene que ser plural, pues para que exista el amor tiene que haber alguien que ama, alguien que sea amado y le corresponda también amando, y la relación misma de amor entre ambos. Este es el sentido del misterio: un solo Dios que es pluralidad en la perfecta comunidad de amor, y por lo mismo es unidad en la diversidad de personas. Es así como Dios Padre se nos revela en las enseñanzas y en la obra salvadora de su Hijo Jesucristo, su Palabra hecha carne por la acción del Espíritu Santo. Este mismo Espíritu nos mueve a reconocer el amor de Dios llamándolo “Padre” (“Abba”: palabra de origen sirio-caldeo que significa literalmente “Papá” y fue empleada originariamente por el mismo Jesús para dirigirse a Dios), y nos hace posible corresponder a él en el cumplimiento de su voluntad, que es voluntad de amor. 2. Los símbolos de la Santísima Trinidad Muchos símbolos han venido siendo empleados para tratar de expresar el misterio de Dios uno y trino, aunque en definitiva todos se quedan cortos. El Salmo 33 (32), por ejemplo, propuesto como respuesta a la primera lectura de hoy, habla tanto de la “palabra del Señor” como del “aliento de su boca”, imágenes del Hijo y del Espíritu, que con el Padre constituyen un solo Dios. Uno de los símbolos es la imagen del sol, que es fuente de energía, luz y calor. El Padre es la fuente, el Hijo es la luz que nos revela a Dios Padre y el Espíritu Santo es el fuego que nos ilumina y enciende en nosotros la llama del amor, pero las tres personas en su pluralidad son un solo Dios. Otra imagen es la del triángulo equilátero: tres ángulos o tres lados distintos, pero una sola figura geométrica. Cada ángulo o cada lado es un elemento de esta figura, y aunque ninguno de ellos es lo que son los otros dos, los tres forman un mismo y único ser. Pero la imagen que más llama la atención es la que usó san Patricio (387-461 d.C.), quien para presentarles el misterio de Dios a los paganos de Irlanda señalaba en la hoja del trébol sus tres componentes para indicar el sentido de la fe en la uni-trinidad divina: un solo Dios cuyo ser actúa y se manifiesta pluralmente. 3. Nuestra fe en la Trinidad nos impulsa a la realización de lo que ella significa “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes”, es la frase con la que el apóstol Pablo solía saludar a las comunidades a las que dirigía sus cartas. Este es el origen del saludo con el que el sacerdote que preside la Eucaristía, después de hacer la señal de la cruz invocando a Dios uno y trino, suele iniciar la celebración del amor infinito de Aquél a quien en el himno del Gloria alabamos como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Luego, en la oración anterior a las lecturas, invocamos la mediación de Jesucristo, el Hijo, que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo. En el Credo proclamamos nuestra fe en la Santísima Trinidad, e inmediatamente antes de la consagración, después de haber alabado al tres veces Santo, le pedimos a Dios Padre que santifique con su Espíritu el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de su Hijo Jesucristo. Y al terminar la plegaria eucarística, hacemos el brindis con el que por Cristo, con Él y en Él, le reconocemos todo el honor y la gloria a Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo. Finalmente, al terminar la Misa el sacerdote imparte para todos la bendición de Dios uno y trino. En un libro de meditaciones escrito por el teólogo Joseph Ratzinger -hoy el Papa Emérito Benedicto XVI-, titulado El Dios de los Cristianos, en su sección subtitulada “Dios es trinitariamente uno”, leí la siguiente reflexión que se relaciona con el pasaje del Evangelio de hoy: “¿Cuántas veces hemos hecho la

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El Mensaje del Domingo 24 de Mayo

Domingo de Pentecostés Ciclo B Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: “¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en la propia lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y todos los oímos hablar de las maravillas de Dios, cada uno en la propia lengua”. (Hechos de los Apóstoles 2, 1-11) El término Pentecostés (que en griego se refiere al número cincuenta) proviene de una fiesta anual que marcaba el fin de la cosecha del trigo y la cebada en la región de Canaán, en la que se habían establecido los israelitas desde el siglo XII a. C. Era la fiesta de las Siete Semanas, 50 días después de la ofrenda de los primeros frutos. Los israelitas le dieron un significado histórico al conmemorar en ella la promulgación de la Ley de Dios en el monte Sinaí, 50 días después de la Pascua que evocaba su liberación de la esclavitud en Egipto. Para la Iglesia Católica, Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo. El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que, 50 días después de la Pascua, los apóstoles reunidos en oración junto con María, la madre de Jesús, recibieron el Espíritu Santo para realizar la misión de proclamar, ya no sólo para un pueblo sino para toda la humanidad, la Buena Noticia de una nueva Ley: la ley del amor universal enseñada por Jesucristo nuestro Señor. 1. El Espíritu Santo es el aliento vivificante de Dios Los relatos bíblicos de la creación dicen que “el Espíritu (la Ruah, es decir el Soplo, el Viento o el Aliento) de Dios se movía (o ‘aleteaba’) sobre las aguas” (Gn 1, 2) y que Dios “formó al hombre de la tierra, sopló en su nariz y le dio vida” (Gn 2, 7). En hebreo la palabra Ruah es de género femenino, lo cual es muy significativo al expresar la acción creadora de Dios. Los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11) hablan de un viento fuerte; el Salmo responsorial [104 (103)] se refiere al aliento de Dios dador de vida, y el Evangelio (Juan 20, 19-23) al soplo de Jesús sobre sus discípulos. Hay otros signos que también emplea el lenguaje bíblico tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento para referirse al Espíritu Santo: El fuego, que simboliza la energía divina que transforma y que da luz y calor. El agua, que es signo de la vida nueva recibida en el sacramento del Bautismo. El óleo o aceite de oliva, que significa fortaleza y se emplea en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, el Orden y la Unción de los Enfermos. La paloma, que llega con una rama de olivo al concluir el diluvio (Gn 8, 11), y que se posa sobre Jesús bautizado, (Jn 1, 32), con quien comienza una nueva creación. La imposición de las manos, que expresa la comunicación del Espíritu Santo. 2. El Espíritu Santo hace posibles el nacimiento y el desarrollo de la Iglesia Pentecostés es la fiesta del nacimiento de la Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo compuesto por muchos y distintos miembros -todas las personas bautizadas-, animado por el Espíritu Santo, del que provienen, como dice san Pablo en la segunda lectura (1 Corintios 12, 3b-7. 12-13), los dones o carismas que recibimos los bautizados, según la vocación de cada cual, para realizar nuestra misión en la vida. Con base en ese texto bíblico, la Iglesia reconoce estos 7 dones del Espíritu Santo: 1. Sabiduría, para conocer la voluntad de Dios y tomar las decisiones correctas. 2. Entendimiento, para saber interpretar y comprender el sentido de la Palabra de Dios 3. Ciencia, para saber descubrir a Dios en su creación y desarrollarla. 4. Consejo, para orientar a otros cuando nos lo solicitan o necesitan de nuestra ayuda. 5. Fortaleza, para luchar sin desanimarnos a pesar de los problemas y las dificultades. 6. Piedad, para reconocernos como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros. 7. Respeto a Dios (llamado también temor de Dios, pero en un sentido diferente del miedo), para evitar las ocasiones de pecado y cumplir a cabalidad sus mandamientos. 3. El Espíritu Santo hace posible la comunicación gracias al lenguaje del amor Toda la historia de la acción creadora, salvadora y renovadora de Dios es un paso de la incomunicación de Babel a la comunicación de Pentecostés. Cuando la intención humana es de dominación opresora, se produce como consecuencia una confusión total que impide el entendimiento entre las personas (Gn 11, 1-9); pero cuando la intención es compartir, construir una auténtica comunidad participativa, por obra del Espíritu de Dios se produce la verdadera comunicación (Hechos 2, 1-12). En medio de la pluralidad y diversidad de lenguas y pueblos, hay un idioma que hace posible que todos los seres humanos podamos entendernos cuando lo ponemos en práctica: el lenguaje del amor. Este fue el lenguaje que expresaron los primeros seguidores de Jesús, gracias al Espíritu Santo que los llenó de la energía interior que necesitaban para proclamar el Evangelio, la Buena Noticia de la acción amorosamente

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El Mensaje del Domingo 17 de Mayo

El Mensaje del Domingo VII de Pascua  Ciclo B – Ascensión del Señor Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. En aquel tiempo se apareció Jesús resucitado a los once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la Buena Noticia. El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado. Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes; y si beben algo venenoso, no les hará daño; además pondrán las manos sobre los enfermos, y estos sanarán. Después de hablarles, el Señor Jesús fue levantado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas. Después de hablarles, el Señor Jesús fue levantado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas. (Marcos 16, 15-20). 1. La Ascensión del Señor En esta fiesta de la Ascensión del Señor, las lecturas bíblicas [Hechos 1, 1-11; Salmo 47 (46); Efesios 1, 17-23; Marcos 16, 15-20] nos invitan a reflexionar sobre lo que decimos en la fórmula más antigua del Credo: que Jesucristo resucitado “subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre”. No se trata de la subida física a las alturas de un superhéroe como los de las historietas, sino de un misterio de orden espiritual que consiste en la exaltación o glorificación de Jesucristo en una dimensión distinta de la material. San Pablo dice en la segunda lectura que, después de haber bajado a la condición de los muertos, Jesús fue resucitado por Dios Padre para hacerlo en su naturaleza humana plenamente partícipe de la gloria divina, “sentándolo a su derecha en el cielo”. Esta imagen simbólica fue tomada de la costumbre que en aquella época tenían los reyes de hacer subir y situar a la derecha de su trono a quienes se habían distinguido por el cumplimiento cabal de una misión que se les había encomendado. Por otra parte, vale destacar la frase que oyen los discípulos al final del relato de la Ascensión del Señor en la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles: “¿Qué hacen ustedes ahí plantados mirando al cielo?”. Se trata de una invitación a ponerse en marcha con los pies en la tierra, dispuestos a colaborar activamente en la misión que Cristo resucitado les ha encomendado: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la Buena Noticia”, la misma que Jesús había proclamado desde el comienzo de su predicación: que el reino de Dios, es decir, el poder del Amor, ha llegado y se manifiesta personalmente en Él mismo como Dios hecho hombre, para liberarnos a todos de la esclavitud del egoísmo y de la injusticia, y darnos una vida nueva por la acción de su Espíritu Santo. “El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado”, dice Jesús. La mejor manera de interpretar estas palabras es la siguiente, dentro del respeto a las distintas opciones religiosas: creer el en el contenido de la “Buena Noticia” implica realizar lo que en la conciencia de todo ser humano ha impreso el Creador como una ley universal: tratar a los demás como quisiéramos que ellos nos traten a nosotros. Es la llamada “regla de oro” que se traduce en el amor al prójimo como a uno mismo. Al celebrar, pues, el misterio de la Ascensión del Señor, animados por la fe en Jesucristo resucitado cuya naturaleza humana participa ya de la gloria de Dios Padre en la eternidad, renovemos nuestra esperanza en que, si procuramos seguir el ejemplo de vida y las enseñanzas de Jesús, también nosotros gozaremos del mismo estado de vida nueva y felicidad sin fin que expresamos cuando nos referimos al “cielo”. 2. Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales Hoy celebra también la Iglesia Católica la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Hace 49 años, por disposición del Concilio Vaticano II (1962-1965), comenzó a celebrarse desde 1966 cada año esta Jornada para promover un recto uso de los medios de comunicación a la luz de las enseñanzas de Jesús. El Papa Francisco ha titulado su Mensaje para la Jornada de este año 2015 “Comunicar la familia: ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor”. “La familia -dice en un aparte de este Mensaje- es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo. No existe la familia perfecta, pero no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. Por eso, la familia en la que, con los propios límites y pecados, todos se quieren, se convierte en una escuela de perdón. El perdón es una dinámica de comunicación: una comunicación que se desgasta, se rompe y que, mediante el arrepentimiento expresado y acogido, se puede reanudar y acrecentar. Un niño que aprende en la familia a escuchar a los demás, a hablar de modo respetuoso, expresando su propio punto de vista sin negar el de los demás, será un constructor de diálogo y reconciliación en la sociedad”. Y al final del mismo Mensaje nos dice: “La familia más hermosa, protagonista y no problema, es la que sabe comunicar, partiendo del testimonio, la belleza y la riqueza de la relación entre hombre y mujer, y entre padres e hijos”. 3. Semana de oración por la unidad de los cristianos Hoy comienza la semana de oración por la unidad de los cristianos que culminará el domingo de Pentecostés -la gran fiesta de la comunicación lograda por el Espíritu de Dios que hace posible el entendimiento entre

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Acto de Reconocimientos Académicos 2015

Por: Martha Delgado – Extensión Académica. El día jueves 16 de abril, se realizó en el Salón Múltiple San José Pignatelli, un acto en el que se buscaba hacer un reconocimiento a la excelencia de aquellos (as) estudiantes destacados a nivel académico durante el tercer período del año 2014 – 2015. La presentación del acto estuvo a cargo de los estudiantes Juliana Gomez Vieda de 6to grado, y Juan Sebastián Lopez Salcedo de 7mo grado. Inicialmente, el P. Carlos Alberto Cardona, Director Académico de nuestra Institución dirigió unas palabras a los y las estudiantes presentes en el acto, de 5° a 11° grado, en el cual buscó invitar a los estudiantes a que continúen en la búsqueda de la excelencia con cada acción que realicen en sus vidas. Seguidamente, se hizo entrega de un diploma en el cual se reconoció a los y las estudiantes de 1° a 11° grado que obtuvieron un desempeño superior en el consolidado de todas sus asignaturas durante el tercer período académico. Como se ha hecho en los últimos dos años, se escogieron los 3 mejores desempeños de cada grado, quienes son llamados durante el Acto para pasar al frente y recibir su diploma. Los y las estudiantes que se han destacado por su participación en actividades extracurriculares intercolegiales, académicas o culturales, también tuvieron la oportunidad de recibir un reconocimiento por parte de sus compañeros. Durante el tercer período académico, más de 20 estudiantes de 6° a 11° grado tuvieron la oportunidad de participar en diferentes Modelos de la Organización de las Naciones Unidas, actividades académicas organizadas por Colegios de la región y a nivel nacional. Por otro lado, más de 150 estudiantes de nuestra Institución participaron en el VII Congreso Intercolegial de Filosofía, como parte del Staff (Logística, Prensa, Académico), o presentando ponencias y participando activamente durante el evento. La presentación cultural del acto estuvo a cargo de la estudiante de 2do grado, María Juliana López Salcedo, quien interpretó la canción “Quiero que te quedes” de la artista colombiana Adriana Lucía. Posteriormente, como líder orientador de nuestra comunidad educativa el padre Gabriel Jaime Pérez, Rector del colegio San José, dirigió unas palabras a los presentes para motivarlos a seguir en la búsqueda de la excelencia que requiere del valor de la constancia, es decir, de la lucha esmerada hasta el final. Además, el P. Gabriel Jaime hizo un reconocimiento especial a aquellos (as) estudiantes que por su dedicación, motivación y compromiso han representado al Colegio San José en las actividades intercolegiales, ya que gracias a ellos (as) nuestra Institución ha tenido una excelente participación en dichas actividades. Fue el P. Gabriel Jaime Pérez SJ, quien hizo entrega de los botones bañados en oro con el escudo del Colegio San José, a los estudiantes que obtuvieron los mejores resultados a nivel académico tanto en la sección de primaria, como en la de bachillerato. En esta ocasión, fueron reconocidos las estudiantes María Juliana Lopez Salcedo de 2° grado por la sección primaria, y Daniella Marie Sánchez Navarro de 7° grado en la sección de bachillerato. Nos permitimos adjuntar la lista de los y las estudiantes que participaron en el Acto de Reconocimientos Académicos.

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El Mensaje del Domingo 26 de Abril

El Mensaje del Domingo IV de Pascua  Ciclo B Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. En aquel tiempo dijo Jesús: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; pero el que trabaja solamente por la paga, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye, porque no es el pastor y porque las ovejas no son suyas. Y el lobo ataca a las ovejas y las dispersa en todas direcciones. Ese hombre huye porque lo único que le importa es la paga, y no las ovejas. Yo soy el buen pastor. Así como mi Padre me conoce a mí y yo conozco a mi Padre, así también yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Yo doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; y también a ellas debo traerlas. Ellas me obedecerán y formarán un solo rebaño con un solo pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me la quita, yo la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volver a recibirla. Esto es lo que me ordenó mi Padre.” (Juan 10, 11-18). La Iglesia dedica este domingo a la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales a la luz de la imagen del Buen Pasto. Meditemos en lo que nos dice el Evangelio, teniendo en cuenta también las otras lecturas de este domingo [Hechos de los Apóstoles 4, 8-12; Salmo 118 (117); 1ª Carta de Juan 3, 1-2]. 1. “Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” La imagen del pastor es constante en la Biblia. En el Antiguo Testamento, el libro del Génesis describe los orígenes de Israel hacia el siglo XVIII a.C. a partir de Abraham, Isaac y Jacob, pastores que recorrieron los territorios desérticos del cercano oriente en busca de agua y pasto para sus ganados de ovejas y cabras. Seis siglos después -hacia el XII a.C.- Moisés, tal como nos lo presenta el libro del Éxodo, aprende el oficio de pastor junto al monte Sinaí y es escogido por Dios como instrumento para liberar al pueblo de la esclavitud que padecía en Egipto y conducirlo hacia la tierra prometida. Dos siglos más tarde -hacia el X a.C.-, según se cuenta en el primer libro de Samuel (16, 1-13), es designado rey de Israel un joven pastor que cuidaba el rebaño de su padre Jesé; este joven fue David, quien precisamente compuso los salmos que representan a Dios como el Pastor que conduce, alimenta y protege a su pueblo. Por último, los profetas Jeremías (23, 1-6) y Ezequiel (34, 1-31) -siglos 7º y 6º a.C.-, critican a los jefes políticos y religiosos de su tiempo como malos pastores que han descuidado el rebaño, y anuncian como nuevo y buen pastor a un Mesías descendiente de David. A estas profecías se refieren en el Nuevo Testamento primeramente los Evangelios de san Mateo y san Lucas, quienes presentan en boca de Jesús la parábola del pastor que encuentra a la oveja perdida y la carga sobre sus hombros, para ilustrar lo que Él mismo hacia al acoger con misericordia a los pecadores, perdonándolos, reincorporándolos a la comunidad y ofreciéndoles la posibilidad de una vida nueva (Mateo 18,12-14; Lc 15,3-7). El Evangelio de Juan, por su parte, destaca una característica esencial del Buen Pastor: dar su vida por las ovejas, en lugar de huir como los asalariados. Esta donación de su propia vida, a la que Jesús hace referencia tres veces en el Evangelio de hoy, es libre y voluntaria, y además conlleva el anuncio de su Resurrección. 2. “Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” El capítulo 10 del Evangelio según san Juan se sitúa en el marco de la fiesta de la Dedicación, en la que se conmemoraba la restauración y consagración del Templo de Jerusalén en el año 164 a. C. En el transcurso de esta fiesta tiene lugar entre Jesús y los jefes religiosos, precisamente en los atrios o alrededores de la entrada del Templo, una discusión en la cual les dice que Él es el buen pastor, lo que implica una crítica a sus adversarios como malos pastores. Jesús se aplica la imagen del pastor a quien sí le importa sus ovejas, y a quien éstas identifican como el que se preocupa por cada una y va delante de ellas (Juan 10, 4), abriéndoles y mostrándoles el camino. Sin embargo, existe el peligro de malentender la imagen del pastor cuando se concibe a la Iglesia como una organización autoritaria en la que los jefes imponen su poder a unos borregos pasivos sin libertad ni iniciativa propia. Por el contrario, lo que Jesús quiere es que formemos una comunidad en la que todos sus integrantes seamos reconocidos como “pueblo de Dios”, tal como lo indicó el Concilio Vaticano II (1962-1965). Por eso, en la labor “pastoral” de la Iglesia todos debemos reconocernos mutuamente como hermanos, con distintos dones o carismas y variados oficios, pero todos iguales en dignidad como “hijos de Dios”, como lo recalca la segunda lectura, tomada de la primera carta de Juan. Esta frase y las que siguen se refieren a quienes en aquel tiempo no formaban parte del pueblo judío. Para ellos es también la obra redentora de Jesús, más allá de los límites estrechos de un pueblo y de una religión específica con sus ritos tradicionales simbolizados en el Templo de Jerusalén. El mensaje de salvación del Buen Pastor es universal. Y para que sea efectivo, Jesús quiere formar una Iglesia cuya unidad sea un testimonio creíble. Ya desde fines del siglo primero, cuando con base en la predicación del apóstol Juan fue escrito el cuarto Evangelio, se habían comenzado a producir divisiones entre los cristianos y surgían grupos que se enfrentaban a los apóstoles y a sus sucesores. Hoy persiste esta situación, y a pesar de lo

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El Mensaje del Domingo 19 de Abril

El Mensaje del Domingo III de Pascua  Ciclo B Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. Después del encuentro de Jesús resucitado con sus dos discípulos que se dirigían a Emaús, éstos les contaron a los demás lo que les había pasado en el camino, y cómo lo reconocieron cuando partió el pan. Estaban todavía hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: -Paz a ustedes. Ellos se asustaron mucho, pensando que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo: -¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen esas dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo. Al decirles esto, les enseñó las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó: -¿Tienen aquí algo que comer? Le dieron un pedazo de pescado asado, y él lo aceptó y lo comió en su presencia. Luego les dijo: -Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié cuando estaba todavía con ustedes: que había de cumplirse todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos. Entonces hizo que entendieran las Escrituras, y les dijo: -Está escrito que el Mesías tenía que morir, y resucitar al tercer día, y que en su nombre se anunciará a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Comenzando desde Jerusalén, ustedes deben dar testimonio de estas cosas. (Lucas 24, 35-48). Las lecturas de este domingo [Hechos de los Apóstoles 3, 13-15.17-19), Salmo 5 (4), 1ª Carta de Juan 2, 1-5ª y Evangelio según san Lucas 24, 35-48] nos invitan a meditar sobre el mensaje central de nuestra fe: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, Dios hecho hombre, está vivo después de su muerte en la cruz y se hace presente en medio de nosotros por su Espíritu, iluminándonos para que comprendamos su obra salvadora y animándonos a dar testimonio de ella. Meditemos especialmente en el Evangelio y apliquémoslo a nuestra existencia cotidiana, teniendo en cuenta también los otros textos bíblicos. “Contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo lo reconocieron cuando partió el pan” Los dos discípulos a quienes Cristo resucitado les había salido al encuentro cuando caminaban hacia la aldea de Emaús, uno llamado Cleofás y el otro seguramente el mismo evangelista Lucas (24, 13-34), no habían hecho parte del grupo inicial de los doce apóstoles pero sí pertenecían al grupo más amplio de sus seguidores. Ellos habían reconocido su presencia precisamente en la acción de partir el pan, el mismo gesto que su Maestro antes de morir había dicho que fuera repetido en memoria suya. Fueron de prisa a contar a los apóstoles y demás discípulos y discípulas que estaban en Jerusalén la experiencia pascual que habían tenido, y se encontraron con que también en esta primera comunidad, en la que se destaca a Simón Pedro, existía ya la certeza de la resurrección de Jesús. El término bíblico “partir del pan” se refiere a la Eucaristía. Cada vez que se repite en el momento de la consagración del pan y del vino aquello que Jesús dijo a sus primeros discípulos que hicieran en conmemoración suya, no sólo recordamos lo que Él mismo realizó, sino que se actualiza para nosotros su misterio pascual, es decir, su único sacrificio redentor y su paso de la muerte a la vida, una vida nueva que se hace presente en medio de nosotros y que en la comunión nos alimenta espiritualmente para que podamos continuar el camino de nuestra existencia renovados y plenos de esperanza. “Entonces hizo que entendieran las Escrituras” Aquellos discípulos que se dirigían a Emaús habían sido ilustrados en el camino por el propio Jesús resucitado, para comprender el sentido de las profecías que en el Antiguo Testamento se referían al Mesías prometido. Ahora reciben una ilustración similar todos los miembros de aquella primera comunidad conformada por sus apóstoles y sus demás discípulos y discípulas. ¿En qué radica dicho sentido? En que el Mesías tenía qué padecer y morir para resucitar, como lo indica el Evangelio y lo dice asimismo Pedro en su discurso presentado por la primera lectura de hoy. Justamente en ello consiste el misterio pascual de Jesucristo: en su paso por la muerte de cruz para resucitar a una vida nueva y gloriosa. No buscando el sufrimiento por sí mismo, sino asumiéndolo como la consecuencia de haberse entregado plenamente al servicio del Reino de Dios Padre, un reino de justicia, de amor y de paz en beneficio de toda la humanidad, empezando por los excluidos, los rechazados, los marginados. Su cruz fue así el testimonio de la solidaridad completa de Dios hecho hombre con todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, para abrirnos a todos, si nos identificamos con Él y nos solidarizamos también con ellas, a la esperanza activa en un porvenir de vida gozosa y sin fin. “Ustedes deben dar testimonio de estas cosas” Cuando Jesús resucitado pronuncia estas palabras, les está dando a sus primeros discípulos la misión de proclamar su resurrección no sólo de palabra, sino también y ante todo con los hechos. “En esto reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: en que se aman los unos a los otros”, les había dicho en la última cena, como nos lo cuenta el Evangelio según san Juan. Y en la 2ª lectura, tomada de la 1ª Carta de Juan, su autor escribe: “para quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él”. “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección…”, decimos en la Misa después de la consagración del pan y del vino. Este anuncio y esta proclamación del misterio pascual de Cristo tenemos que manifestarlo con el

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