XXXIV Domingo – Tiempo Ordinario – Ciclo A
Jesucristo Rey Del Universo
Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando el Hijo del hombre venga, rodeado de esplendor y de todos sus ángeles,se sentará en su trono glorioso.La gente de todas las naciones se reunirá delante de él, y él separará unos de otros como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Y dirá el Rey a los que estén a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre y reciban el reino preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me dieron alojamiento; estuve sin ropa y me la dieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme.’
Entonces los justos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer, con sed y te dimos de beber, como forastero y te dimos alojamiento, sin ropa y te la dimos, enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?’ El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron con uno de estos hermanos míos más humildes, conmigo lo hicieron.’ Luego dirá a los que estén a su izquierda: ‘Apártense de mí, los que merecieron la condenación; váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.Pues tuve hambre y no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; fui forastero y no me dieron alojamiento, estuve sin ropa y no me la dieron, enfermo y en la cárcel y no vinieron a visitarme.’ Entonces ellos le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, como forastero, falto de ropa, enfermo o en la cárcel, y no te ayudamos?’ El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que no hicieron con uno de estos hermanos míos más humildes, tampoco conmigo lo hicieron.’ Estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” (Mateo 25, 31-46).
1.- “Cuando el Hijo del hombre venga rodeado de esplendor (…), se sentará en su trono glorioso y la gente de todas las naciones se reunirá delante de Él”
¿Qué significado puede tener en el mundo actual la referencia a Jesucristo como “Rey del Universo”? Él en su vida terrena se negó a dejarse proclamar rey, presentándose en cambio como el servidor de todos, especialmente de los pobres y necesitados. Justamente por ello reconocemos ahora su soberanía, no en el sentido de los poderes terrenales, sino en el plano espiritual. Proclamar a Jesucristo como Rey del Universo es relativizar todos los poderes de este mundo, porque las instituciones humanas no son fines en sí mismas sino que deben estar orientadas a la realización del Reino de Dios, que como lo dice el prefacio propio de la Misa de hoy al comienzo de la plegaria eucarística, es el “el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”.
En el Credo decimos que Jesucristo resucitado subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso, y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. La imagen del trono, correspondiente a la época en que el soberano hacía sentar a su derecha a quien había triunfado sobre los enemigos, es empleada para expresar una realidad trascendente que el lenguaje humano no alcanza a abarcar: que Jesús, después de su muerte y resurrección, participa plenamente en su naturaleza divina y humana de la gloria de Dios Padre, quien le ha dado el poder para reinar sobre el universo y “aniquilar todos los poderes del mal”, como dice san Pablo en la segunda lectura (I Corintios, 15, 20-28)..
2.- “Él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras…”
Otra imagen simbólica del Reino de Dios es la del pastor, frecuentemente empleada en los textos bíblicos y que nos remite a la experiencia de Israel, un pueblo originariamente de pastores. En la primera lectura tomada del libro de Ezequiel (34, 11-17), este profeta del siglo VI a.C. usa la figura del pastor para referirse a Dios que guía y dirige en persona a su pueblo “como el pastor que se preocupa por sus ovejas”, en el contexto de una crítica a los jefes políticos y religiosos que habían incumplido su misión de servir como instrumentos de Dios para regirlo y orientarlo por caminos de justicia y de paz.
Esta misma imagen la encontramos en uno de los Salmos más conocidos, el que comienza diciendo El Señor es mi pastor [Salmo 23 (22)]. Varios siglos más tarde, Jesús iba a referirse a sí mismo no sólo como el pastor que va en busca de las ovejas descarriadas (Mateo 18, 12-14), sino también, y así lo vemos en su última parábola antes de someterse a la pasión y muerte de cruz, como el pastor que en el juicio final separará a las ovejas de las cabras, para indicar quiénes merecerán la felicidad y quiénes la desgracia eterna. Aquí las ovejas son símbolo de bondad y las cabras del poder destructor del mal, y su ubicación respectiva a la derecha o a la izquierda se relaciona con la costumbre que tenían los reyes de situar a su derecha a quienes recompensaban por sus méritos (y por eso decimos que Cristo resucitado está sentado a la derecha de Dios Padre).
3.- “Lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí lo hicieron (…). Lo que no hicieron (…), tampoco por mí lo hicieron”
Uno de los más eximios poetas y místicos de todos los tiempos, el carmelita español Juan de Yepes, quien pasó a la historia como San Juan de la Cruz (1542-1591), escribió una frase que es inevitable evocar cuando reflexionamos sobre el Evangelio de hoy: “En el atardecer de nuestra vida, seremos juzgados por el amor”. Y un teólogo contemporáneo, el jesuita latinoamericano Víctor Codina, dice al respecto en su explicación del sentido del Credo: “El Padre ha dado a Jesús el encargo de juzgar a toda la humanidad (…) Pero este juicio de Jesús será no sólo sobre nuestras acciones sino también sobre nuestras omisiones (…). Sobre todo esta última parábola del juicio final es una clara indicación de que Jesús se identifica con el pobre (el hambriento, el sediento, el sin hogar, sin ropa, el enfermo, el encarcelado). Jesús nos juzgará sobre nuestra solidaridad para con los marginados. Más aún, podemos decir que dejará que los mismos pobres nos juzguen: ellos son la Corte Suprema de Justicia de la historia. No valdrán en aquél momento las buenas intenciones, ni los buenos deseos, ni siquiera los ritos o prácticas de devoción, sino únicamente nuestra acción concreta en solidaridad con los pobres de este mundo” (Víctor Codina, S.J. – Nuestro Credo, 1986).
Revisemos por tanto nuestra vida a la luz de este criterio que decidirá nuestro futuro por toda la eternidad, y pidámosle al Señor que nos ayude a tenerlo siempre presente, para que el momento de nuestro encuentro definitivo con Él no nos sorprenda desprevenidos.-