XXXI Domingo del Tiempo Ordinario – Conmemoración de los Difuntos
Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando el Hijo del hombre venga, rodeado de esplendor y de todos sus ángeles,se sentará en su trono glorioso.La gente de todas las naciones se reunirá delante de él, y él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Y dirá el Rey a los que estén a su derecha: ‘Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo’.
‘Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.’ Entonces los justos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o sin ropa, y te la dimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’ El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.’ “Luego el Rey dirá a los que estén a su izquierda: ‘Apártense de mí, los que merecieron la condenación; váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.Pues tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; anduve como forastero, y no me dieron alojamiento; sin ropa, y no me la dieron; estuve enfermo, y en la cárcel, y no vinieron a visitarme.’ Entonces ellos le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?’ El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicieron.’ Esos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” (Mateo 25, 31-46).
Un día después de la fiesta de “Todos los Santos” (no sólo los proclamados públicamente, sino también los innumerables que vivieron en la amistad de Dios a través de los tiempos -Plegaria Eucarística II-), la Iglesia celebra el 2 de noviembre la “Conmemoración de los fieles difuntos”. En este año el calendario litúrgico indica que la Misa dominical es la de los Difuntos, respetando una tradición arraigada en la piedad cristiana y en la religiosidad popular, pero que es preciso depurar de connotaciones paganas para situarla en la perspectiva de la fe en Jesús resucitado y en nuestra futura resurrección.
Al disponemos a orar por todos los que se durmieron en la esperanza de la resurrección (Plegaria Eucarística II), meditemos sobre el sentido cristiano de la muerte a la luz del Evangelio de Mateo -teniendo en cuenta asimismo el texto de Juan 11, 25-26-, y de las otras lecturas propuestas para esta conmemoración (Job 19, 23-27ª y 2ª Corintios 5, 1.6-10).
1. En el atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor
Esta frase de san Juan de la Cruz (1542-1591) resume el contenido del Evangelio. Lo que contará finalmente a favor o en contra en nuestro destino eterno al encontrarnos con el Señor después de la muerte es lo que en esta vida, según nuestras posibilidades, hayamos hecho o dejado de hacer por los demás, especialmente por los más necesitados.
Atención: cuenta lo que hayamos hecho, pero también lo que hayamos dejado de hacer. Una de las fórmulas de oración penitencial en la Iglesia Católica comienza con las palabras “Yo confieso (…) que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión”.
El mandamiento del amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo implica no sólo evitar el mal (no hagas a los demás lo que no quieres para ti) sino también hacer el bien (trata a los demás como quisieras que ellos te traten a ti). Por eso la conmemoración de los difuntos es una oportunidad que Dios nos ofrece para revisar cómo estamos en aquello por lo cual seremos juzgados “en el atardecer de nuestra vida”.
2. Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierte contemplando / cómo se pasa la vida / cómo se viene la muerte tan callando…
Con estos versos, escritos en el siglo XV por el poeta español llamado Jorge Manrique (1440-1479) comienzan sus Coplas a la muerte de su padre, que nos invitan a estar preparados para el momento de nuestro encuentro definitivo con Dios.
Estos otros del mismo poema son muy significativos: “Este mundo es el camino / para el otro, que es morada sin pesar; / mas cumple tener buen tino / para andar esta jornada sin errar. / Partimos cuando nacemos, / andamos mientras vivimos, y llegamos / al tiempo que fenecemos; así que, cuando morimos, descansamos. / Este mundo bueno fue / si bien usáremos d’él como debemos…”
Hoy esta reflexión sigue vigente, y su contenido viene a ser en el fondo el mismo de la canción compuesta más recientemente por el cantautor colombiano Juanes bajo el título La vida es un ratico: No dejemos que se nos acabe, que todavía hay muchas cosas por hacer. No dejemos que se nos acabe, que la vida es un ratico, un ratico nada más.
3. Yo, en persona, veré a Dios, con mis propios ojos he de verlo
Esto dice en la primera lectura el texto bíblico del libro de Job, una de las joyas más hermosas de la literatura universal. Job es un personaje simbólico que representa la pregunta existencial del ser humano al experimentar el sufrimiento y ante la realidad ineludible de la muerte.
Y la respuesta que a través del relato de su historia nos da la Palabra de Dios constituye una invitación a la esperanza, para que vivamos lo breve de esta existencia terrena con nuestra confianza puesta plenamente en Dios, el mismo que resucitó a su Hijo Jesús de entre los muertos después de su muerte en la cruz y que, como escribió el apóstol san Pablo en el texto correspondiente a la segunda lectura, “nos tiene preparada en el cielo una casa eterna, que no ha sido hecha por manos humanas”.-