Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.
El 8 de marzo de 1908 en Nueva York, un gran número de mujeres que protestaban en una fábrica textil ante los abusos patronales y por mejores condiciones laborales, fueron despedidas. Por ello se encerraron y se declararon en huelga. Repentinamente se produjo un incendio provocado y 129 obreras murieron en su lugar de trabajo. Desde entonces mucho camino ha recorrido el movimiento de mujeres con viejas y nuevas luchas; problemas viejos y nuevos… encarados cada vez con mayor energía, legitimidad y convicción, para afirmar el derecho a la ciudadanía plena y a la participación en igualdad de condiciones, en todos los ámbitos.
Al celebrarse hoy el Día de la Mujer me ha parecido oportuno evocar en primer lugar lo que dijo sobre ella el Concilio Vaticano II (1962-1965), de cuya terminación se cumplen 50 años en este 2015:
“La mujer, allí donde todavía no lo ha logrado, reclama la igualdad de derecho y de hecho con el hombre” (Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Moderno, No. 9). “Las mujeres ya actúan en casi todos los campos de la vida, pero es conveniente que puedan asumir con plenitud su papel según su propia naturaleza”. Todos deben contribuir a que se reconozca y promueva la propia y necesaria participación de la mujer en la vida cultural” (Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Moderno, No. 60).
En este su Día, invocando a María, la madre de Jesús de Nazaret y la mujer por excelencia, elevo una oración por todas las mujeres para que no se desanimen, a pesar de las dificultades, en la tarea de hacer realidad los anhelos más hondos de toda persona humana: ser reconocida en su identidad, ser valorada en su dignidad, ser respetada en sus derechos, ser amada de verdad y ser completamente feliz.
Para expresar este deseo, me uno de corazón a lo que escribió una de las mujeres más maravillosas del siglo XX:
Mientras estés viva, siéntete viva
– Madre Teresa de Calcuta (1910 – 1997)
Siempre ten presente que la piel se arruga,
el pelo se vuelve blanco,
los días se convierten en años…
Pero lo importante no cambia,
tu fuerza y tu convicción no tienen edad.
Tu espíritu es el plumero de cualquier teleraña.
Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida.
Detrás de cada logro, hay otro desafío.
Mientras estés viva, siéntete viva.
Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo.
No vivas de fotos amarillas…
Sigue aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.
Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.
Cuando por los años no puedas correr, trota.
Cuando no puedas trotar, camina.
Cuando no puedas caminar, usa el bastón…
¡Pero nunca te detengas!