Por: Padre José Rafael Garrido, S.J.
"El amor ha de ponerse más en obras que en palabras” rezaba la frase que Monseñor Jairo Jaramillo, arzobispo de Barranquilla, nos recalcaba a propósito de su fiesta, el viernes 31 de julio, al grupo de educadores escolares presentes. Su presencia en nuestra Eucaristía nos ayudó a tomar conciencia de nuestra labor de Iglesia en Barranquilla: educamos porque evangelizamos, en eso todos estamos implicados. Nosotros como Colegio San José y Región Caribe tuvimos una celebración sobria pero al mismo tiempo cargada de la emoción de saber que Dios sigue contando con nosotros tal como lo hizo con Ignacio y sus primeros compañeros. Nos reunimos en la Capilla Nuestra Señora del Camino, cerrando con la celebración eucarística la inducción de profesores en la que tuvimos ocasión de realizar todos los preparativos para el inicio de año escolar.
Como Colegio San José quisimos unirnos muy especialmente a la propuesta de la Provincia Colombiana para orar por las vocaciones a la Compañía y al mismo tiempo tomar conciencia de nuestro papel como promotores vocacionales. Tal como afirmábamos en la Eucaristía, a todos los educadores nos compete la labor de contagiar el fervor que tenemos, de invitar a otros(as) a unirse a la misión que no es otra que la de Cristo. Esta invitación nos pone a tono con la invitación que ha hecho el Papa Francisco a la Vida Consagrada, así como a nuestra opción clara por el apostolado vocacional fruto del discernimiento en nuestra reciente Congregación Provincial. Los jesuitas de Barranquilla queremos contagiar a otros de este espíritu vocacional desde nuestro ministerio en las obras educativas en las que trabajamos, de modo que ninguno de nuestros colaboradores se sienta fuera de este oficio de “llamar a otros” para que tengan, como reza la Formula de nuestro Instituto: “primero a Dios y luego a la Iglesia su esposa como medio para llegar a Él”.
Esta semana con la llegada de los estudiantes ha vuelto el alma al cuerpo de estos nuestros edificios, ahora más cálidos y bulliciosos con su alegre presencia. Un buen número de estudiantes nuevos y de profesores recién ingresados nos enriquecen unida a la gran expectativa que tenemos de hacer de este colegio un segundo hogar, un espacio donde el acompañamiento sea el eje transversal que permee nuestros procesos. Con la alegría del reencuentro hemos iniciado un año escolar en el que la paz y la reconciliación serán nuestras banderas. Nuestro Rector, P. Gabriel Jaime Pérez, en su alocución a los estudiantes manifestó su deseo de convertir en obras las buenas razones que albergamos a fin de que se note en acciones y no sólo en palabras la verdadera mística que nos mueve; “trata a los demás como quieres que te traten a ti”, rezaba su invitación, en la que nos sintonizamos en la dinámica de la corresponsabilidad, sin la cual nuestras motivaciones son vanas.
La eucaristía del miércoles 5 de agosto abrió para nuestra Comunidad Educativa este nuevo año escolar en la que, con la presidencia del P. Rector, encomendamos a Dios este nuevo año escolar como un peregrinaje que hacemos juntos. El P. Gabriel en su homilía al hilvanar los hitos de la vida de Ignacio nos manifestaba el sentido de su carácter de caminante: siempre buscando la voluntad de Dios, siempre dejándose “más afectar”, diciendo con obras el amor que manifestaba con palabras. En esta eucaristía iniciamos este caminar que, como manifestaba al final de la misa nuestro Director Académico, P. Carlos Cardona, “tendrá en cada eucaristía la ocasión de tomar conciencia de nuestra vida y salir enviados para dar lo mejor de nosotros mismos”. Así salimos hoy de nuestra celebración, con más conciencia de la responsabilidad que Dios declina sobre nosotros: jesuitas, profesores, administrativos, familias y estudiantes, para construir una Iglesia que sea una mesa para todos y, tomando las palabras del P. Nadal: “un mundo como nuestra casa”. La bendición al final de la misa marcó una profunda realidad: Dios nos bendice y con Él contamos; aunque nuestras fuerzas flaqueen por un encargo tan grande, como dice nuestra Anáfora del Llamado, Él ha prometido acompañarnos y darnos su amor y su gracia. ¿Qué más podemos pedir? “El que quiera más que le piquen caña”.