Por: Natalia Rodríguez, estudiante de 9° Grado; Andrés Bernier, estudiante de 10° Grado, y Sebastián Delgado S.J., Coordinador de Curso Talleres de Formación Integral.
Ser asesor no es tarea fácil, es más de dedicación, atención, disposición y lo más importante de mucho amor. Necesitamos tener amor por esta labor, este servicio, aquella que simplemente nos hace personas integrales, unidas y con una espiritualidad de agradecimiento.
Todo comenzó desde el momento que nos dieron la noticia de que íbamos a asistir al Curso Taller Nacional de Asesores “Magis” en Manizales. En ese justo momento empezó un sueño, pero más que eso, era un nuevo reto en nuestra formación como asesores de nuestro colegio.
Ahora bien, cuando llegamos al curso, al principio fue difícil el hecho de que nosotros como estudiantes y asesores del Colegio San José fuéramos de las comunidades más pequeñas, a su vez fue difícil hacer nuestra voz fuerte ante tantas personas nuevas. Aun en medio de esto y a la medida en que transcurriendo los días logramos relacionarnos muy bien con todas las comunidades de los colegios jesuitas presentes.
Existía una gran variedad de cultura, los dialectos eran diferentes, la manera de reaccionar ante los juegos eran diferentes, la forma de relacionarse normalmente con las personas incluso. Aparte de ser un curso taller para formar personas capaces de desarrollar actividades específicas, fue un espacio para conocer un poco más del otro, salirse de ese círculo del que uno ya está acostumbrado y abrirse hacia lo nuevo, las nuevas experiencias. Seis dias fue necesario para convertir a esos extraños en nuestra familia, esa con la que compartimos el mismo sueño, ese que se basa en ser luz para otras personas, ser “fuegos que enciende otros fuegos”.
Al pasar los días se fue escribiendo una historia, un recuerdo guardado y un momento para recrear; cada momento que pasaba más nos juntábamos. Fue interesante tener asesores en pro de ayudarnos, de enseñarnos y, a su vez, exigirnos con el fin de guiarnos. A estos asesores de cada ciudad del País les debemos todas nuestras enseñanzas aprendidas y todos los momentos que nos hicieron llegar al extremo, todo con el fin de ponernos a prueba y así aprender.
No alcanzan las palabras para agradecerle a esas personas que estuvieron ahí, es decir, los que estábamos aprendiendo, los que estaban de logística, los que estaban coordinado, los que estaban asesorando comunidades, las señoras y señores que estuvieron ayudando como tal en el cuidado y mantenimiento de la casa.
Podemos decir con certeza de que todos al final amamos esta experiencia, nos llevamos grandes aprendizajes para nuestra vida diaria y más que todo conocimos personas inolvidables y únicas, cuales formaron parte de ese camino.
Curso taller nacional de asesores fue un espacio para personas que buscan un mismo objetivo, ayudar a los demás. No es el final del proceso de aprendizaje, al contrario, es el comienzo. El deseo y la vocación de ser asesores apenas inicia. Se logra adquirir las bases necesarias para saber cómo desarrollarlo de la mejor manera, lo que ahora nos queda es poner en práctica lo aprendido, aquello que conoce como la experiencia.
Al final hubo sentimientos encontrados en los corazones de cada uno, felices de que se había aprendido mucho en la experiencia, de que volveríamos a casa a ver a nuestros cercanos, pero nostálgicos al tiempo porque íbamos a dejar a esa familia que se formó en pocos días. Aun así, lo más importante y valioso fue compartir de nuestra vida.
Gracias asesores que nos hicieron ver cosas tan importantes de ese rol, aquellas que en ocasiones ignorábamos siendo cursantes. Para terminar, tengamos en cuenta la frase que nos dejó Pedro Arrupe aquella que fue transveral en todo nuestro CT Asesores Magis; “Me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiese vivido”. Los invitamos a que nos dispongamos para aprender a dejar huella, no solo en nuestras vidas, sino también en la de los demás.