MENSAJE DEL DOMINGO
XVIII Domingo Ordinario – Ciclo A Agosto 3 de 2008
Gabriel Jaime Pérez, S. J.
En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan el Bautista, se fue solo en una barca a un lugar apartado. Pero la gente lo supo y salió de los pueblos para seguirlo por tierra. Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud; tuvo compasión de ellos y sanó a los enfermos que llevaban. Como ya se hacía de noche, los discípulos se le acercaron y le dijeron: “Ya es tarde, y este es un lugar solitario; despide a la gente para que vayan a las aldeas y se compren comida”.
Jesús les contestó: “No es necesario que se vayan; denles ustedes de comer”. Ellos respondieron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. Jesús les dijo: “Tráiganmelos aquí”. Entonces mandó a la multitud que se sentara sobre la hierba. Luego tomó los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, pronunció la bendición y partió los panes, los dio a los discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos; recogieron los pedazos sobrantes, y con ellos llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres ni los niños (Mateo 14, 13-21).
El mismo evangelista que nos trae hoy el relato de la primera multiplicación de los panes y pescados, narra más adelante otro milagro similar; en cada uno de los evangelios de Marcos y Lucas hay también dos relatos parecidos, y el de Juan presenta sólo uno. Así pues, son en total siete las veces que en los evangelios se cuentan relatos de multiplicación de panes y peces obrados por Jesús, lo que nos muestra la importancia que tuvo este hecho milagroso en la memoria de sus primeros discípulos. Veamos cómo podemos aplicarlo a nuestra vida, teniendo en cuenta también las otras lecturas [Isaías 55, 1-3; Salmo 145 (144); Romanos 8, 35-39].
1.- Se fue solo en una barca a un lugar apartado
Lo primero que nos trae el relato es algo que igualmente encontramos en otros pasajes de los evangelios: Jesús busca espacios de soledad que le permitan descansar y alejarse del ajetreo cotidiano para meditar y orar. En esta ocasión se acaba de enterar de una noticia humanamente difícil de asimilar: la muerte de su pariente y precursor Juan Bautista, a quien ha asesinado el rey Herodes mandándolo decapitar.
También nosotros necesitamos el silencio interior para disponernos al encuentro personal con Dios y ser confortados por Él en medio de las situaciones que constantemente tenemos que afrontar, especialmente en los momentos difíciles. Necesitamos buscar y encontrar espacios para nosotros mismos, para nuestro descanso y renovación personal, en los que podamos escuchar la palabra de Dios que nos reconforta. Este es el sentido del domingo o día del Señor, como también el de los espacios de recogimiento que es importante buscar cada día.
2.- Vio la multitud, tuvo compasión de ellos y curó a los enfermos que le llevaban
Todas las personas que buscaban a Jesús ávidas de sus enseñanzas y sus acciones sanadoras, al encontrarlo experimentaban su actitud disponible especialmente para los más necesitados. Era una actitud de com-pasión, en el sentido más pleno de lo que significa com-padecer: sentir-con, padecer-con. Y varias veces cuentan los evangelios que Jesús “tuvo compasión”, empleando en griego un verbo que significa “se le revolvieron las tripas”. Así quiso Dios sentir humanamente con nosotros.
Por eso, si queremos ser auténticos discípulos y seguidores suyos, debemos disponernos a reproducir en nuestra vida la misma actitud. Todos podemos realizar esta com-pasión contribuyendo a sanarnos y ayudarnos unos a otros con una disponibilidad solidaria de servicio y de ayuda mutua.
3.- Partió los panes y los pescados, los dio a sus discípulos y ellos los repartieron
El milagro de la multiplicación de los panes y pescados expresa el cumplimiento de las promesas que Dios había anunciado en el Antiguo Testamento a través de sus profetas acerca de la abundancia de un alimento renovador que él mismo haría posible para todas las personas que acogieran su Palabra y lo invocaran sinceramente. Tal es el sentido de la primera lectura y del salmo responsorial. Pero detengámonos en algunos aspectos del relato del Evangelio de hoy.
– La multiplicación de los panes y pescados es una imagen del sacramento de la Eucaristía, al que los primeros cristianos llamaron fracción del pan como signo de la presencia de Jesús que nos alimenta con su propia vida entregada y resucitada. Y él mismo iba a ser representado también desde los comienzos de su Iglesia con la imagen del pez, “ICTUS” en griego, cuyas letras son las iniciales del nombre y los títulos de Jesús: Iesous, Christos, Theos, Uios, Soter (Jesús, Cristo, Dios, Hijo, Salvador).
– La multiplicación de los panes y pescados es una acción comunitaria. Jesús no los da directamente a todos, sino que los entrega a los discípulos para que los repartan entre la gente. Esto significa que la tarea de contribuir a la alimentación de todos no le corresponde sólo a Él; es una tarea colaborativa en la que cada cual debe aportar.
– La multiplicación de los panes y pescados no es un acto de magia como los trucos de los prestidigitadores –sin demeritar el ingenio recreativo de los profesionales de la llamada “magia blanca”–. Por el contrario, la enseñanza de este milagro podría resumirse así: donde existe una sincera voluntad de compartir, aunque haya poco alcanza para todos y hasta sobra; en cambio, donde no existe esa voluntad, aunque haya mucho, unos pocos acaparan todo y las mayorías padecen hambre. Esto último es lo que a sucede cuando las estructuras injustas hacen que unos pocos se enriquezcan cada vez más a costa de muchos cuyo número crece y que se empobrecen cada día más. Por eso, para ser coherentes, debemos llevar a la práctica lo que realizamos en la Eucaristía: compartir entre nosotros la mesa de la creación, significada en el pan y el vino, para que se realice en nuestra vida la presencia de Dios, que es Amor, revelado en su Hijo Jesús.
Dispongámonos a ser alimentados constantemente con este Pan de Vida que es el mismo Jesucristo resucitado, para que, como escribe el apóstol Pablo en la segunda lectura de hoy, nada nos aparte de su amor a pesar de las dificultades que tengamos que afrontar en nuestra existencia cotidiana.-