campamento mision
Campamento Misión de Semana Santa
Las cálidas sabanas del Atlántico fueron de nuevo testigos de los estudiantes del Colegio San José, quienes con jesuitas y profesores volvieron a entibiar un poco más sus senderos con el fervor que los caracteriza. “Esta vez fueron menos”, exclamaban algunos de la localidad de Carreto, cercana al municipio de Candelaria, cuando vieron llegar a los jóvenes dispuestos a vivir una Semana Santa distinta. Y sí, aunque no tantos como en la anterior temporada navideña, el número se vio compensado por el esfuerzo con que acometían todas las actividades de la semana: los niños, los adultos mayores, las visitas familiares, todo lleno de un interés de compartir la vida de las personas del sur del departamento tan alejadas de los tapetes mullidos y los aires acondicionados de Barranquilla. Y allí, en esas polvorientas calles de Carreto y Leña, los dos pueblos que visitamos, transcurrió nuestra vida de domingo a domingo y con ella los muchos ires y venires con las procesiones y demás actividades. “Cuando mi hijo me pide permiso para Campamento, yo no lo pienso”, decía una mamá al momento de recibir su niño ya grandulón que llegaba de la misión. La experiencia del Campamento Misión es una vivencia que cambia vidas y que una vez se ha ido no puede dejarse de volver. Así lo sienten tantos como Alberto José, que ya está en su sexto campamento y promete ir a más; así lo viven también los padres que, agradecidos por este testimonio de sus hijos quieren ellos mismos ser parte de esta maravillosa aventura de darle el tiempo a Dios, de vivir como viven nuestros hermanos, de pisar sin temor las calles polvorientas y el sol inclemente con la certeza de saber que Dios está ahí. “Gracias a todos los chicos por atreverse a ser distintos, por llegar a los demás a ejemplo de Jesús”, afirmaba otra mamá sabiendo que su hijo pudo quedarse en casa, que tenía otras opciones pero que quiso estar con sus compañeros, vivir las celebraciones de la Semana Santa de una manera distinta, ya no como espectador somnoliento sino como alegre participante, como gestor. Ciertamente en el Campamento todos se sienten útiles y además de aprender a vivir su fe con generosidad logran amistades para la vida. Muy seguramente ellos no logran darse cuenta de lo que pasa en sus vidas tras una semana de Campamento Misión. Dios va actuando lentamente, tocándoles el corazón. Es especialmente notable en este aspecto el compromiso de aquellos que iban por primera vez, especialmente de aquellos que están en Sexto grado y que posiblemente no habían estado tanto tiempo lejos de sus familiares. Cristian Garavito Rengifo, uno de ellos que asistía por segunda vez a Campamento y que en esta ocasión había contagiado a varios de sus amigos, fue predicador en el Sermón de las Siete Palabras. En su breve discurso acerca de la sed de Jesús decía que su sacrificio no sería vano “si hacemos de nuestra vida algo que valga la pena, si tomamos buenas decisiones”. Sólo así esa sed de Dios se calmaría, en sus palabras, como lo fue esta semana de Campamento en Carreto y Leña, como lo esperan tanto nuestras tierras del sur: áridas sin agua, ardientes como la Pascua que ahora llevamos con nosotros. Por: P. José Rafael Garrido S.J., Director de Pastoral
Campamentos Misión de Navidad
Unidos a la alegría de nuestro pueblo Caribe, compartimos la experiencia del Campamento Misión de Navidad con las comunidades de Carreto y Aguadas de Pablo, al sur del departamento del Atlántico. Estas experiencias, del 15 al 20 de diciembre, han constituido la misión más numerosa hasta la fecha en el Colegio, contando con la grata participación de profesores, exalumnos, jesuitas de Barranquilla y del Teologado, así como con más de cincuenta estudiantes del Colegio de Sexto a Undécimo grado. Nos organizamos en dos grupos de misión para atender ambas comunidades y compartirles nuestra alegría y nuestra fe. Ha sido una profunda experiencia el constatar el fervor de nuestros estudiantes y su deseo de llegar al corazón de los niños aún en medio de temperaturas elevadas -incluso algunos con quebrantos de salud- y el deseo de transmitirles su calidez a las comunidades con quienes establecieron una grata amistad. Asimismo, los rostros de las personas que nos recibieron, muchos de ellos demacrados por situaciones de pobreza material, mostraban su asombro al ver que unos jóvenes de Barranquilla se interesan por ellos. “No nos olviden, esperamos que regresen”, decían algunos en la despedida, sabiendo que nos íbamos para nuestras casas más conscientes de que Dios sigue pasando en medio nuestro. Por: P. José Rafael Garrido S.J., Director de Pastoral