Colegio San José Barranquilla

El mensaje del domingo

El Mensaje Del Domingo – 4 de noviembre

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B  Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.                                                                                                 Estando ya Jesús en Jerusalén, se le acercó un escriba y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús respondió: “El primero es: ‘Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; por eso amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y todas tus fuerzas’. Y hay un segundo mandamiento, que es éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Por encima de éstos no hay ningún otro mandamiento”. El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón en decir que el Señor es único y no hay otro fuera de Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viéndolo hablar tan sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.  (Marcos 12, 28b-34). Le escena que nos trae hoy el Evangelio se sitúa en el contexto de la controversia de Jesús con los escribas o doctores de la Ley que se reunían junto al Templo de Jerusalén, pocos días antes de su pasión y muerte en la cruz. Meditemos en el sentido del diálogo que acabamos de escuchar, teniendo en cuenta también las otras lecturas de este domingo. [Deuteronomio 6, 2-6; Salmo 18 (17); Hebreos 7, 23-28]. 1.- “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” En su Encíclica titulada Dios es Amor  (25 de diciembre de 2005) el Papa Benedicto XVI planteaba dos preguntas “¿Es realmente posible amar a Dios aunque no se le vea? Y, por otro lado: ¿Se puede mandar el amor?”. Y decía al respecto: “En estas preguntas se manifiestan dos objeciones contra el doble mandamiento del amor -a Dios y al prójimo-. Si nadie ha visto a Dios jamás, ¿cómo podremos amarlo? Y además, el amor no se puede mandar; a fin de cuentas es un sentimiento que puede tenerse o no, pero que no puede ser creado por la voluntad”. Con respecto a lo primero, nos recuerda el Papa una reflexión de la 1ª Carta de Juan: Si alguno dice ‘amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve (1 Juan 4, 20).  Esto  significa, por una parte, que el amor a Dios como nuestro Creador conlleva la exigencia de amar a todas sus criaturas, especialmente a los seres humanos; y, por otra, que el mismo Dios revelado en Jesús, Dios hecho hombre, se nos manifiesta en nuestros prójimos necesitados: todo cuanto hicieron o dejaron de hacer con ellos, lo hicieron o lo dejaron de hacer conmigo, dirá el Señor en el juicio final (Mateo 25, 31-46). En segundo lugar, con respecto a la pregunta de si el amor se puede mandar, responde el Papa: “El amor no es solamente un sentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor”. El amor en su sentido pleno, agrega, es “querer lo mismo y rechazar lo mismo (…): hacerse uno semejante al otro, lo cual lleva a un pensar y desear común. La historia de amor entre Dios y el hombre consiste precisamente en que esta comunión de voluntad crece en la comunión del pensamiento y del sentimiento, de modo que nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la voluntad de Dios ya no es para mí algo extraño que los mandamientos me imponen desde fuera, sino que es mi propia voluntad…”. Así pues, amar a Dios es reconocer con gratitud que Él es mi Creador y por lo mismo disponerme a hacer su voluntad, es decir, orientar mi vida en el sentido de su plan creador, liberador y renovador de toda la humanidad, empezando por el amor solidario a los excluidos y desposeídos. El amor a Dios y al prójimo es, por tanto, no una carga que hay que soportar, sino la consecuencia de sentirme amado por mi Creador, quien también ama a todos sus hijos e hijas, que como tales son mis hermanos y hermanas. 2.- “Amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios” Jesús responde a la pregunta del doctor de la ley no sólo con la fórmula del Deuteronomio (amarás al Señor, tu Dios…), sino citando además lo escrito en otro libro del Antiguo Testamento: ama a tu prójimo como a ti mismo (Levítico 19, 18), que es una forma de expresar la llamada regla de oro del comportamiento humano. Jesús la enunció también no sólo en el modo negativo de no hacer el mal, como lo había hecho el también antiguo libro de Tobías –Lo que no quieres que te hagan, no se lo hagas a los demás (Tobías 4, 15)-, sino en el positivo de hacer el bien: Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes, para concluir: porque en esto se resumen la Ley y los Profetas (Mateo 7,12). Jesús es el modelo del amor a Dios y al prójimo. Por eso es el mediador por excelencia entre Dios y los seres humanos, tal como nos lo presenta la segunda lectura: Él se ofreció a sí mismo, y esta entrega de sí a su Padre en favor de toda la humanidad fue infinitamente más valiosa que todos los holocaustos y sacrificios que ofrecían los antiguos sacerdotes del Templo de Jerusalén. Por eso también el mandamiento nuevo que les daría en

El Mensaje Del Domingo – 4 de noviembre Read More »

El Mensaje del Domingo – 28 de octubre

Domingo XXX del Tiempo Ordinario Ciclo B – Octubre 28 de 2012 Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.                           Al salir Jesús de Jericó, acompañado por sus discípulos y una gran multitud, encontró a Bartimeo -el hijo de Timeo- un mendigo ciego que estaba sentado junto al camino. Él, al oír que era Jesús de Nazaret, empezó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”. Muchos lo reprendían y le decían que se callara. Pero él gritaba mucho más todavía: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se detuvo y mandó llamar al ciego.  Entonces lo llamaron y le dijeron: “¡Ten confianza! ¡Levántate, que te llama!”. Él tiró su capa, de un salto se puso en pie y fue adonde estaba Jesús, el cual le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “Maestro, ¡que recobre la vista!”.  Jesús le dijo: “vete, tu fe te ha dado la salud”. Y en seguida recobró la vista,  y  fue  siguiendo  a  Jesús  por  el camino (Marcos 10, 46-52).  1.- “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”  El invidente de este relato tiene nombre propio: Bartimeo, el hijo de Timeo (en arameo, Bar significa hijo de). Es un mendigo sentado a la salida  de Jericó, por donde hay que pasar para ir de Galilea a Jerusalén. Y el título con el que se dirige Bartimeo a Jesús al llamarlo Hijo de David -con el cual sería aclamado por la multitud al entrar poco después en la capital de Judea-, tiene un significado especial. En efecto, uno de los signos de la salvación que realizaría el Mesías prometido anunciado por los profetas del Antiguo Testamento como descendiente del rey David, era el de hacer ver a los ciegos. Por eso en varias profecías, como la que nos presenta la primera lectura de hoy (Jeremías. 31, 7-9), ellos se cuentan entre los beneficiarios de la acción salvadora de Dios, junto con las demás personas que tenían algún impedimento para emprender el camino hacia Jerusalén después de la liberación del destierro en Babilonia, cantada por el Salmo responsorial de la misa de este domingo [126 (125)].  Ahora bien, en su significado más profundo, los ciegos a los que se refieren las profecías somos todas las personas que necesitamos que Dios nos ilumine liberándonos de la oscuridad de la ignorancia espiritual, para que podamos reconocer el camino que nos lleva a la verdadera felicidad. Por eso también nosotros podemos suplicar, como el ciego Bartimeo: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!  2.- “¡Ten confianza! ¡Levántate, que te llama!”…  Ante la súplica del ciego, el relato nos muestra dos reacciones sucesivas de la gente que va con Jesús –sus discípulos y una gran multitud-. La primera es de molestia ante los gritos del mendigo: Muchos lo reprendían y le decían que se callara. La segunda, producida por Jesús mismo al mostrar su compasión por aquel hombre, es de solidaridad: ¡Ten confianza! ¡Levántate, que te llama! Así, Jesús se manifiesta como quien puede compadecerse de los ignorantes y los extraviados, tal como nos lo presenta la segunda lectura de hoy (Hebreos. 5, 1-6).  Por una parte, el Evangelio nos invita a preguntarnos si estamos dispuestos a reconocer y ayudar a los verdaderamente necesitados en sus necesidades, no dándoles una limosna que los deja postrados en lugar de animarlos a levantarse, sino cooperando para que reciban una ayuda efectiva en el sentido del proverbio chino: “si tu hermano te pide pescado, no te limites a dárselo, enséñale a pescar”. Y por otra, en coherencia con el sentido más profundo del relato, podemos tomar como hecha a cada uno de nosotros la invitación que animó al ciego a tener confianza y levantarse. Jesús nos llama para realizar en nosotros maravillas que son posibles si tenemos fe en su poder, y parte de esta fe es levantarnos y desprendernos de lo que nos estorba para acercarnos a Él, como lo hizo Bartimeo cuando tiró su capa. Entonces podemos oír que Jesús nos dice: ¿Qué quieres que haga por ti? Y nosotros, reconociéndolo como el Maestro que nos hace posible ver el camino hacia la felicidad, podemos pedirle la recuperación de nuestro sentido de la vista espiritual, oscurecido por las tinieblas de nuestro egoísmo y nuestros afectos desordenados. 3.-  Y en seguida recobró la vista y fue siguiendo a Jesús por el camino Un detalle significativo: Jesús, al devolverle la vista, le dice a Bartimeo: vete, tu fe te ha dado la salud. Por una parte, ese “vete” no significa una despedida, sino una invitación, como quien dice: “anda, no sigas ahí postrado, ya puedes emprender el camino”. Y Bartimeo emprende con Jesús el camino hacia Jerusalén, signo de nuestro camino hacia la felicidad eterna, que tendrá que pasar por la cruz para culminar en la resurrección. Y por otra, una vez más como muchas otras en los Evangelios, el propio Jesús enfatiza la importancia decisiva de la fe para obtener la sanación que necesitamos. Jesús está siempre dispuesto, si nos reconocemos necesitados de salvación, a liberarnos de la ceguera espiritual que nos impide reconocer y emprender el camino hacia la verdadera felicidad. Y esto último es lo más importante, lo que en definitiva cuenta en la perspectiva de la eternidad.  Dispongámonos con fe a ser curados por Jesús de nuestra ceguera espiritual y a seguirlo como nuestro Maestro por el camino que Él nos muestra al abrirnos los ojos para reconocerlo en nuestra existencia y en cada uno de los acontecimientos de nuestra vida, especialmente en los momentos de crisis y oscuridad. Conclusión: El “Año de la Fe” El pasado 11 de octubre el Papa Benedicto XVI, con una Eucaristía celebrada en la Plaza de San Pedro para celebrar los 50 años de la convocación del Concilio Ecuménico Vaticano II por su antecesor el beato Juan XXIII, y los 20 del Catecismo de la Iglesia Católica publicado por su predecesor Juan Pablo II,

El Mensaje del Domingo – 28 de octubre Read More »

El Mensaje del Domingo – 21 de octubre

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario Ciclo B  Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. – Rector                        En aquel tiepo Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: -Maestro, queremos que nos hagas el favor que vamos a pedirte. Él les preguntó: -¿Qué quieren que haga por ustedes? Le dijeron: -Concédenos que en tu reino glorioso nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús les contestó: -Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber el caliz que yo voy a beber, y recibir el bautismo que yo voy a recibir? Ellos contestaron: -Podemos. Jesús les dijo: -Ustedes beberán este trago amargo y recibirán este bautismo;pero el sentarse a mi derecha o izquierda no me corresponde a mí darlo; les será dado a aquellos para quienes está preparado. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se enojaron con Santiago y Juan. Pero Jesús los llamó y les dijo: -Como ustedes saben, entre los paganos hay jefes que se creen con derecho a gobernar como tiranos a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera ser grande entre ustedes, deberá servir a los demás, y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser el esclavo de los demás.Porque el Hijo del hombre no  vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por una multitud. (Marcos 10, 35-45). Hoy el Evangelio se centra en el tema de la disposición a servir que exige el seguimiento de Jesús. Desentrañemos el significado que tiene para nosotros lo que nos dice Jesús, teniendo en cuenta también las otras lecturas bíblicas de este domingo. 1.- “Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber el trago amargo que yo voy a beber, y recibir el bautismo que yo voy a recibir?” Jesús acababa de anunciarles tres veces a sus discípulos que iba a padecer y a morir en la cruz, y que después resucitaría. Pero ellos no habían entendido nada. Imaginaban su resurrección como una vuelta a la vida terrena para restablecer el poder político que había tenido Israel diez siglos antes, en los reinados de David y Salomón. De ahí la petición de Santiago y Juan: estar junto a su trono para ser los más importantes. Después de decirles lo equivocados que están, Jesús les pregunta si son capaces de beber el cáliz que Él va a beber y de recibir el bautismo con que Él va a ser bautizado. La imagen de beber la el cáliz o la copa significa pasar un trance difícil -un trago amargo-, y la del bautismo significa la inmersión en el agua para renacer a una vida nueva. Para los cristianos, este rito es un signo del misterio pascual de Jesús, quien se sumergió en la experiencia de la pasión y muerte de cruz para pasar a la vida eterna y hacer posible este paso a toda persona que quiera de verdad identificarse con Él. 2.- “El que quiera ser grande entre ustedes, deberá servir a los demás” Esta enseñanza que los Evangelios de Marcos y Mateo sitúan en relatos muy similares durante el transcurso del camino de Jesús de Jericó a Jerusalén, es presentada por el de Lucas al comenzar la última cena la víspera de su pasión, cuando se entabla una discusión entre los discípulos sobre quién debe ser considerado el más importante. Jesús entonces les dice: (…) el que manda tiene que hacerse como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que le sirve? ¿Acaso no lo es el que se sienta a la mesa? En cambio, yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lc 22, 24-27). Y en el Evangelio de Juan encontramos la misma enseñanza: después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les explica el significado de ese gesto: “(…) si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, para que ustedes hagan unos con otros lo mismo que yo he hecho con ustedes” (Jn 13, 13-15). Esta enseñanza es diametralmente opuesta a la mentalidad de quienes conciben el poder como estar por encima de los demás para someterlos a su servicio. Por eso, a la luz del ejemplo de Jesús, quienquiera que tenga una posición de autoridad, sea como padre o madre de familia, como educador o educadora, como jefe en una organización o como líder de un grupo, de una comunidad o de una colectividad, debe preguntarse si está ejerciendo esa autoridad con una auténtica disposición a servir para el bien de todos, o con la actitud egoísta de quien sólo busca su propio interés y provecho personal. 3.- “El Hijo del hombre no  vino a ser servido, sino a servir y dar su vida…” Jesús se refiere a los jefes que se creen con derecho a gobernar como tiranos a sus súbditos, para señalar el contraste entre quienes buscan ser servidos como dueños de los demás y quienes quieran seguirlo a Él dispuestos a servir y a dar su vida en aras de un futuro mejor para todos. Este contraste resulta muy significativo en nuestra situación actual, cuando no pocos políticos y empresarios se dejan llevar por la ambición y la embriaguez arrogante del poder con el ánimo de dominar y esclavizar a los demás. Pero también podemos aplicar esta enseñanza de Jesús a las instituciones o comunidades en las que cada cual busca su propia cuota de poder y de reconocimiento sin importarle el bien de los demás, e incluso dividiendo a la gente con intrigas y destruyendo el clima organizacional en aras del propio interés egoísta. Contrariamente a esta actitud, Jesús anuncia que Él ha venido a servir y a entregar su propia vida para la redención de muchos. Se cumplen así las profecías del libro de Isaías contenidas en los “poemas del siervo -o servidor– de Yahvé”.

El Mensaje del Domingo – 21 de octubre Read More »

El Mensaje del Domingo – 30 de septiembre

Domingo XXVI – del Tiempo Ordinario Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. Cuando estaban en Cafarnaúm, Juan le dijo a Jesús: -Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no venía con nosotros. Pero Jesús dijo: -No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que les dé de beber a ustedes un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no perderá su recompensa. Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de estas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga” (Marcos 9, 38-48). El Evangelio de hoy nos presenta una conversación de Jesús con sus discípulos en la casa en donde moraba, en la ciudad pesquera de Cafarnaúm, luego de un recorrido por la región de Galilea. Después de haberles anunciado por segunda vez su pasión, muerte y resurrección, Jesús los instruye sobre varios temas. Veamos cómo podemos aplicar estas instrucciones a nuestra vida, teniendo en cuenta también las otras lecturas bíblicas de este domingo [Números 11, 25-29; Sal 19 (18) 8. 10. 12-13. 14; Santiago 5, 1-6]. 1.- El nombre de Jesús no es propiedad exclusiva de nadie La primera enseñanza que nos trae el Evangelio de hoy constituye un rechazo a todo intento de apropiación exclusiva del nombre de Jesús. Este nombre, cuyo significado originariamente en hebreo es“Yo soy el que salva”, designa la misión del Mesías, que había sido reconocido como tal poco antes por Simón Pedro. Ahora, al responder Jesús a la pregunta de Juan, su reflexión coincide con lo que 12 siglos antes, según los que cuenta en la primera lectura el libro de los Números, le había respondido Moisés a un muchacho que le dijo que otros estaban profetizando -es decir, hablando en nombre de Dios- y le pidió que les prohibiera hacerlo. Y Moisés, en lugar de prohibirles hablar, le contesta al muchacho: “Quién me diera que todo el pueblo de Yahveh profetizara porque Yahveh les daba su espíritu”. Jesús no fundó una religión excluyente. En este sentido es significativa la frase con la que termina su respuesta a la pregunta de Juan: “el que no está contra nosotros, está por nosotros”. Lejos de Jesús está, y por tanto lejos también debe estar de sus seguidores, cualquier tipo de discriminación que impida a los demás invocar su nombre y ser instrumentos o también beneficiarios de la salvación obrada por Dios a favor de todo el que tenga fe, cualquiera que sea su pertenencia religiosa institucional. Esta reflexión es muy importante, justamente en estos tiempos de fanatismos religiosos beligerantes. 2.- Escandalizar a los pequeños: un crimen que clama al cielo En nuestro lenguaje actual el término “escándalo” suele usarse como sinónimo de gritería. Pero en su significado originario designa la piedra de tropiezo, y por eso Jesús usa el verbo escandalizar para referirse al hecho de hacer caer a otras personas. Es significativa en este sentido la relación entre la piedra de tropiezo y la “gran piedra de molino atada al cuello” con la cual dice el Evangelio que debería ser echado al mar quien haga caer en pecado a los “pequeños”. Recordemos que en el pasaje evangélico del domingo pasado, cinco versículos antes, Jesús había puesto un niño en medio de sus discípulos y lo había tomado en sus brazos para darles una enseñanza. En este mismo contexto se refiere al escándalo que se comete con respecto a los menores e indefensos como un crimen merecedor del peor castigo. El escándalo al que se refiere Jesús tiene que ver con lo que hoy nos informan a diario los medios de comunicación acerca del maltrato a menores, cuyos responsables deben ser denunciados y castigados: los abusadores y corruptores de menores, y en general todos los que se aprovechan de personas en estado de indefensión para inducirlas a conductas impropias de la dignidad humana. Y esto se aplica tanto a los abusadores sexuales como a los que reclutan niños y niñas para armarlos y dedicarlos a la violencia. Colombia es desgraciadamente uno de los países en los que se da en mayor escala el irrespeto a los menores en todas sus formas, y esto no lo podemos seguir tolerando. 3.- La radicalidad del Evangelio: evitar toda ocasión de pecado La última parte del pasaje evangélico de hoy nos trae unas palabras de Jesús que, si las aplicamos literalmente, irían contra el derecho que todo ser humano tiene a su integridad física. Por eso hay que tomarlas en su sentido simbólico, como una exhortación a poner todos los medios que estén de nuestra parte para evitar el pecado. El término gehenna es una derivación del nombre hebreo Ge-hinnom, que se le daba a un quemadero de basura situado en el valle de Hinnom, cerca de Jerusalén, y que se aplicaba simbólicamente al castigo reservado para los criminales. Jesús lo emplea para referirse no propiamente a un lugar físico, sino al estado de sufrimiento eterno de quienes hayan optado por vivir lejos de Dios, es decir, lejos del Amor, encerrados en sus egoísmos y empecinados en sus conductas violentas. A la gehenna se opone el Reino de Dios, reino de la

El Mensaje del Domingo – 30 de septiembre Read More »

El Mensaje del Domingo

EL MENSAJE DEL DOMINGO                 XXV Domingo Tiempo Ordinario – B – Septiembre 23 de 2012 Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.         En aquel tiempo Jesús y sus discípulos iban caminando por Galilea; Él no quería que se supiera, porque iba enseñándoles, y les decía: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará” Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutíais por el camino?” Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, y llamó a los Doce, y les dijo: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”. Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquél que me ha enviado” (Marcos. 9, 30-37). Tres temas nos presenta hoy el Evangelio, aparentemente desconectados entre sí pero que en realidad tienen una relación muy significativa. Tratemos de analizarlos uno por uno y de aplicarlos a nuestra vida cotidiana, teniendo en cuenta también las otras lecturas bíblicas de este domingo (Sabiduría 2, 12. 17-20; Santiago 3, 16 – 4, 3). 1. Jesús anuncia por segunda vez su pasión, muerte y resurrección Lo  primero que encontramos en el Evangelio es el segundo de los tres anuncios que los relatos evangélicos nos cuentan que les hizo Jesús a sus discípulos acerca de su pasión, su muerte en la cruz y su resurrección gloriosa. Si bien estos relatos fueron hechos y puestos por escrito después de los acontecimientos del Calvario y en el contexto de la experiencia pascual de los primeros seguidores de Jesús, es importante recordar que el significado de tales anuncios tiene que ver con el verdadero sentido de la fe en Él como el Mesías o Cristo, el Ungido o consagrado, no como un jefe político triunfante o un guerrero victorioso, sino como el servidor de Dios y por lo mismo de la humanidad para liberarnos a todos de cuanto nos impide ser verdaderamente felices. Aquellos primeros discípulos de Jesús, empezando por los “Doce” a quienes había llamado para que fueran sus apóstoles, es decir sus enviados a proclamar el evangelio, la buena noticia de esa liberación que Dios está dispuesto obrar en cada ser humano si le abre espacio en su vida a la acción transformadora de su Espíritu, tenían el peligro de malinterpretar las palabras y los hechos de su Maestro reduciéndolo a un líder terrenal que no sólo los libraría de la dominación del imperio romano que padecían, sino que además les daría a ellos, sus elegidos, una cuota importante de poder en el “reino” que les había dicho que venía a establecer. Por eso, para que se bajen de esa nube de ambiciones terrenales, Jesús les anuncia lo que verdaderamente implica el cumplimiento de su misión como Mesías: entregar su vida por completo, hasta la última gota de su sangre, como consecuencia de solidarizarse hasta lo último con los pobres, los pequeños, los oprimidos, las víctimas de la injusticia y la violencia en todas sus formas. 2. Jesús nos enseña a el valor de la disposición de cada cual para servir a los demás Esa disposición de solidaridad es lo que Jesús nos muestra en su propia vida puesta al servicio desinteresado de todos los seres humanos sufrientes o necesitados. Y por eso mientras sus discípulos se pelean entre sí discutiendo quién es o va a ser el mayor o el más importante, Jesús les dice que “el que quiera ser el primero, deberá ser el último de todos…” ¿Cómo? Pues disponiéndose a ser el servidor de todos. En otros pasajes evangélicos paralelos a éste de san Marcos, es decir, en los de los evangelios según san Mateo y san Lucas, Jesús añade una explicación refiriéndose a su propio ejemplo de vida: “el Hijo del Hombre -como solía llamarse a sí mismo- no vino a ser servido, sino a servir”; “yo estoy en medio de ustedes como el que sirve”. Es esta actitud de servicio la que nos conecta precisamente con la imagen profética del Siervo o Servidor anunciado unos seis siglos atrás en el libro del profeta Isaías, como también con la del justo -descrito unos cincuenta años antes de Cristo en el libro de la Sabiduría del cual está tomada la primera lectura de este domingo-, quien, precisamente por solidarizarse con las víctimas de la injusticia, les resulta incómodo a los que obran el mal aprovechándose del pobre, oprimiéndolo y explotándolo en beneficio de sus propios intereses egoístas. La Carta de Santiago, de la que está tomada la segunda lectura, es muy significativa con respecto a una actitud totalmente contraria a la codicia envidiosa de quienes obran el mal: la de los “amantes de la paz “, que son “comprensivos y llenos de misericordia” 3. Jesús nos invita a encontrar a Dios en los humildes, sencillos y pequeños Los pobres, los humildes, los sencillos, suelen ser simbolizados en los Evangelios con la imagen del niño que necesita de la protección y la ayuda amorosa de sus padres y de sus mayores  para salir adelante en la vida. Este es el sentido de la frase de Jesús al final del texto evangélico de hoy: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquél que me ha enviado”. En otras palabras, atender o acoger al desvalido y ponerse a su servicio es atender y acoger a Jesús mismo, y por lo tanto al Dios verdadero que quiere a todos sus hijos como un padre amoroso, como una

El Mensaje del Domingo Read More »

Abrir chat
1
Scan the code
Hola 🖐🏻
Estás comunicado con la oficina de Admisiones
¿En qué podemos servirte?