Colegio San José Barranquilla

Nombre del autor:Webmaster Colegio San José

El mensaje del domingo 31 de agosto

EL MENSAJE DEL DOMINGO XXII Domingo Ordinario – Ciclo A 31 de Agosto de 2014 Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. En aquel tiempo empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, que iba a ser ejecutado y que resucitaría al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: « ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y le dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.» Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.» (Mateo 16, 21-27). El Evangelio de hoy se sitúa inmediatamente después del relato en el que Simón Pedro reconoce a Jesús como el Mesías. Tratemos de desentrañar el sentido de lo que nos dice Jesús, teniendo en cuenta también las otras lecturas de la liturgia eucarística de este domingo [Jeremías 20, 7-9; Salmo 63 (62); Carta de Pablo a los Romanos 12, 1-2]. 1.- Empezó a explicarles que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho (…), que iba a ser ejecutado y que resucitaría al tercer día En el relato evangélico del domingo pasado, inmediatamente después de la confesión de Pedro, quien inspirado por Dios ha reconocido a su Maestro como el Mesías -el Cristo- Hijo de Dios, Jesús mismo les ordena a sus discípulos que no le digan esto a nadie por el momento, para contrarrestar los malentendidos de un falso mesianismo. En el texto de este domingo, Jesús les anuncia su pasión con el fin de despejar estos malentendidos y mostrarles lo que implica precisamente ser el Ungido por Dios su Padre para realizar la salvación de la humanidad. Y al mismo discípulo a quien poco antes había llamado Pedro (Piedra) para indicar la misión que le encomendaría de ser fundamento de su Iglesia, ahora lo llama Satanás (nombre tomado del hebreo que significa Adversario, Opositor, Enemigo, y es traducido al griego como Diábolos –en español “Diablo”-), mostrando así que su intención de disuadirlo de la pasión era inspirada ya no por Dios, sino por el espíritu del mal. Jesús no sólo anuncia que va a padecer y ser ejecutado por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas (las autoridades religiosas que lo entregarían al gobernante romano para que ordenara su muerte de cruz), sino también que resucitará al tercer día. De esta forma se refiere a su misterio pascual, que comprende tres momentos: (1) su pasión que culminará en la crucifixión y muerte, (2) la sepultura de su cuerpo en el lugar de los muertos, y (3) su resurrección, que es el paso a la vida nueva de su humanidad glorificada. 2.- “Si alguno quiere ser mi discípulo, olvídese de sí, cargue con su cruz y sígame” La primera exigencia de ser discípulo de Jesús es renunciar a toda forma de egoísmo y a todo apego o afecto desordenado, para orientar la vida en función del Reino de Dios, al servicio de los más necesitados, contribuyendo así a la construcción de la civilización del amor. Esta exigencia conlleva la segunda: cargar con la propia cruz, o sea asumir todo lo que implica esa orientación de servicio en términos de una disposición a dar la vida misma. Y la tercera exigencia es seguirlo a Él: adherirse a su Persona e identificarse con sus enseñanzas hasta las últimas consecuencias. La cruz, que hoy es para nosotros la señal de nuestra identidad como seguidores de Jesús, era hace veinte siglos el patíbulo en el cual el imperio romano hacía morir a quienes se sublevaban contra el poder del emperador. Jesús iba a ser condenado a este patíbulo como consecuencia de haberse puesto al servicio de los oprimidos, los necesitados, los marginados y excluidos, siendo así una persona incómoda para quienes explotaban a los demás en función de sus intereses egoístas. El profeta Jeremías se nos presenta en la primera lectura como una prefiguración de Jesucristo. Unos seis siglos antes, aquel profeta había tenido que padecer la incomprensión y la persecución por cumplir su misión de proclamar la palabra de Dios, que, como él mismo dice, lo había “seducido”. También nosotros, si queremos ser fieles a esta misma palabra, a la Palabra de Dios hecha carne que es nuestro Señor Jesucristo, tenemos que disponernos a todas las consecuencias que implica la decisión de ser sus discípulos y seguidores. 3.- “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” La vida eterna es el ideal supremo que debe orientar todas nuestras decisiones. Jesús nos propone revisar nuestras actitudes, de modo que no perdamos el sentido último de nuestra existencia. Otras traducciones de texto bíblico dicen “si pierde su alma”, o “si se pierde a sí mismo”. Se trata, en definitiva, de aquello que constituye nuestro ser sustancial, en comparación con lo cual todo lo demás es accesorio y secundario. ¡Cuántas personas, dejándose llevar por el afán de las riquezas, del prestigio y de la ambición de dominio sobre los demás, pierden el sentido de su vida, reduciéndola a lo caduco de este mundo, y cerrándose así a la posibilidad de ser eternamente felices! En el texto bíblico correspondiente a la segunda lectura, el apóstol san Pablo les escribe a los primeros cristianos de la comunidad de Roma: “… no se ajusten a este mundo, sino transfórmense por la renovación de la mente, para que sepan discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno,

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Intercambios Académicos

Intercambios Académicos 2014 – 2015

Por: Martha Delgado Cañas Coordinadora de Extensión Académica Durante el año académico 2014 – 2015, tendremos el gusto de recibir en nuestra Institución a Charles Baguet, estudiante de intercambio académico que llega desde Francia para cursar 11° grado en el Colegio San José, como parte del Convenio con el Club Rotario de Barranquilla. A través de una experiencia de inmersión total en la cultura colombiana, los estudiantes que participan en este programa, buscan aprender o potenciar sus conocimientos en el idioma español y así mismo, conocer todos los aspectos de la cultura colombiana, las ciudades más importantes y por supuesto, crear nuevos lazos de amistad con los y las estudiantes de nuestro Colegio. Por otra parte, Alejandro Tejada Vega, Gabriela De La Hoz Vega y Laura Forero Cortés de 10° grado participarán del Programa de Becas de Intercambio Académico que ofrece el Colegio San José a sus estudiantes, en donde tendrán la oportunidad de estudiar 6 meses en una institución privada estadounidense. Alejandro ya se encuentra en Missouri estudiando en St. Louis University High, Colegio que pertenece a la Compañía de Jesús. Gabriela y Laura irán cada una en un semestre diferente del año académico a University Preparatory Academy, ubicado en Seattle (Estados Unidos). Charles, Laura y Gabriela compartieron unas palabras con los y las estudiantes de 9°, 10° y 11° grado sobre las expectativas que tienen, invitando a todos los estudiantes a que participen en este tipo de experiencias en donde no sólo pueden potenciar un segundo idioma, sino que también les permitirá establecer nuevas amistades y participar en actividades culturales. Las palabras de Gabriela y Laura podrán encontrarlas haciendo click aquí.  

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P. José Rafael Garrido SJ

Nuevo Consiliario de la Asociación de Exalumnos

A partir del inicio del presente año escolar, el padre José Rafael Garrido S.J., Director de Pastoral del Colegio San José, ha sido designado Consiliario de la Asociación de Exalumnos de esta institución educativa (A.S.I.A.) en Barranquilla. Sucede en este cargo al P. Álvaro Enrique Álvarez S.J., quien ha sido destinado a prestar su servicio como docente en la Universidad Javeriana de Bogotá. La sigla “A.S.I.A.” significa en latín “Antiqui Societatis Iesu Alumni” (Antiguos Alumnos de la Compañía de Jesús), y el oficio de “Consiliario” corresponde al de Consejero o Asesor Espiritual de la Asociación. Le deseamos al P. José Rafael los mejores éxitos en esta nueva misión, y le pedimos al Señor que lo ilumine y le ayude en su desempeño para el fortalecimiento de nuestros vínculos con los egresados de las instituciones educativas de la Compañía de Jesús en la Región Caribe. P. Gabriel Jaime Pérez, S.J.

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El mensaje del domingo – Agosto 24

EL MENSAJE DEL DOMINGO                      XXI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A – Agosto 24 de 2014 Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: « ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: «Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.» Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías (Mateo 16, 13-20). 1.- “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Esta pregunta de Jesús también se dirige a cada uno de nosotros. Hoy se dicen muchas cosas acerca de Jesús de Nazaret: que fue uno de los más grandes personajes de la historia, una “superestrella”, un líder revolucionario, afirman unos; otros replican que fue un simple hombre magnificado por sus discípulos; y no faltan quienes arguyen que nunca existió y que su figura es una invención de quienes iniciaron el cristianismo. De todos modos, la cuestión sobre Jesucristo sigue vigente después de veinte siglos y nos interpela a nosotros, como sucedió con sus primeros discípulos. ¿Quién es Jesús para mí? Cuando recitamos el Credo de los Apóstoles, decimos después del reconocimiento de Dios Padre como Creador del universo: “Creo en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor…”. ¿Qué significa esta frase para cada uno y cada una de nosotros? San Ignacio de Loyola, en el texto de sus Ejercicios Espirituales, nos propone hacer una petición al contemplar la vida de Jesús: pedir conocimiento interno del Señor, para más y amarlo y seguirlo. Este conocimiento interno consiste en una vivencia profunda de la persona de Jesús, más allá de cualquier definición conceptual. Se trata de asimilar lo que Él significa para mí, de modo que esta asimilación vaya asemejándome cada día más a Él. 2.- “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” La profesión de fe de Simón Pedro, no proveniente de la sola razón sino de la revelación de Dios, constituyó la base del artículo central del Credo cristiano: reconocer en Jesús a Dios hecho hombre, Ungido (que es lo que significa en hebreo “Mesías” y en griego “Cristo”) para realizar la misión de liberar al ser humano de todo cuanto le impide ser verdaderamente feliz y hacer presente en la humanidad el Reino de Dios, un reino universal de justicia, de amor y de paz. Un detalle de especial significación es el adjetivo que sigue al título Hijo de Dios. Es el Dios vivo, a diferencia de los ídolos o falsos dioses, que son inertes. Tal afirmación alcanzaría su plena realización cuando Jesús, después de su muerte en la cruz y su resurrección, fuera reconocido por sus discípulos como el Cristo -el Mesías-, presente en su Iglesia con una vida nueva por la acción del Espíritu Santo. Y esta es precisamente la razón del mandato que les da Jesús a sus discípulos al final del pasaje del Evangelio de hoy: que no le dijeran a nadie que él era el Mesías. Es decir, hasta que pudiera ser entendido y realizado este reconocimiento, por la misma acción del Espíritu, no en el sentido de los mesianismos políticos sino en el de lo que verdaderamente quiso significar Jesús con su proclamación del Reino de Dios. 3.- “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia La palabra “Iglesia” -en griego “Ekklesía”-, que aparece 115 veces en el Nuevo Testamento y proviene del verbo “ek-kalein”, que quiere decir convocar, designa a la asamblea de los convocados o llamados a formar la comunidad de los creyentes en Jesucristo. La primera vez que aparece este término en los Evangelios es justamente la que corresponde al texto de Mateo que hoy nos ocupa, y se nos presenta en boca de Jesús: “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Precisamente la ciudad llamada Cesarea de Filipo, en donde su ubica la escena de este relato, estaba construida sobre una roca. Jesucristo es reconocido en la reflexión bíblica como la “piedra angular”, imagen tomada inicialmente del Salmo 118 (versículo 22), citado más adelante por Jesús en el mismo Evangelio según san Mateo (21, 42) y también por uno de los discursos de Pedro en el libro de los Hechos de los Apóstoles (4, 11). De modo que, si Jesús llama a Simón con el nombre de Pedro (en arameo Cefas, en griego Petros = piedra o roca), lo que le está diciendo es que su misión es la de ser su máximo representante como primer fundamento de la Iglesia. Desde entonces, tanto en los Evangelios como en el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro es presentado con respecto a éstos como el “primero entre pares”, y tal es precisamente la razón de la estructura jerárquica de la Iglesia católica, en la que el Papa es el sucesor de Pedro. Renovemos hoy nuestra profesión de fe en Jesucristo, el Hijo de Dios que vive y actúa con la energía constructiva de su Espíritu Santo para congregarnos en la comunidad de fe a la que pertenecemos por nuestro bautismo y que Él mismo llamó su Iglesia, y renovemos desde esta misma fe nuestra adhesión al representante o vicario de Cristo en la tierra, actualmente el Papa Francisco, pidiéndole al Señor, como el mismo Papa Francisco nos lo solicitó a todos el día

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El mensaje del domingo – 17 de agosto

El mensaje del domingo  Por: Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J. En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.» Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.» Él le contestó: «No está bien echar a los perritos el pan de los hijos.» Y ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.» Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.» En aquel momento quedó curada su hija (Mateo 15, 21-28). 1.- La fe logra lo que a primera vista parece imposible Lo primero que se destaca en aquella mujer “cananea”, es decir descendiente de los antiguos habitantes paganos de la región de Canaán al que habían los hebreos después de su liberación de la esclavitud de Egipto, es la fe que la impulsa a dirigirse a Jesús, de cuya fama como obrador de milagros se había enterado, para pedirle que libere a su hija de “un demonio muy malo”-en otras palabras, de lo que hoy llamaríamos una “energía negativa”, que es lo que significa originariamente el término griego “daimon”, traducido al castellano como “demonio”-. Su petición es totalmente insólita en boca de una persona no judía: “Ten compasión de mí, Señor Hijo de David”, un reconocimiento de Jesús como el Mesías anunciado por los profetas, descendiente del rey que diez siglos atrás había iniciado la edad de oro de la historia de Israel. Este anuncio tenía como primeros destinatarios a los propios judíos, pero se extendía a toda la humanidad, como dice la primera lectura (Isaías 56, 1.6-7): “a los extranjeros… los atraeré a mi monte santo” (el monte Sión, en Jerusalén). Desde el inicio de su predicación, Jesús había experimentado el rechazo progresivo de los escribas o doctores de la ley (fariseos), y de los sacerdotes del templo de Jerusalén (saduceos). Por eso es significativo que el episodio de la cananea, una mujer pagana, no judía, se presente después de la crítica de Jesús al ritualismo hipócrita de sus opositores. En este sentido las otras lecturas bíblicas de este domingo son también muy significativas. La primera se refiere a “los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores”. Y la segunda, de la Carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11, 13-15.29-32), se refiere a la actitud de los gentiles o provenientes del paganismo que creyeron en Jesús como Mesías esperado: “Hermanos: les digo a ustedes, los gentiles: en otro tiempo ustedes eran rebeldes a Dios, pero ahora, al rebelarse ellos, ustedes han obtenido misericordia”. En el Nuevo Testamento estos “gentiles” son representados por personajes llenos de fe, como aquella mujer cananea del relato que hoy nos trae el Evangelio, a quien Jesús finalmente le dice: “Mujer, qué grande es tu fe, que se cumpla lo que deseas”. 2.- La constancia supera las dificultades que parecen invencibles La respuesta de Jesús a sus discípulos que le piden que atienda a aquella mujer o que le diga que se vaya (según las distintas versiones del texto bíblico), hace referencia precisamente a lo que en la mentalidad de aquél tiempo pensaban del Mesías los doctores de la ley: que su misión salvadora sería sólo para los judíos. Pero, precisamente porque el contexto de este relato es el de la acogida que entre los primeros cristianos iban a tener los convertidos del paganismo pertenecientes a pueblos extranjeros, esta misma respuesta de Jesús puede ser interpretada como una introducción a lo que Él va finalmente a realizar en contra de la mentalidad excluyente de quienes se consideraban los únicos destinatarios de las promesas de Dios. En este contexto resalta la constancia, la persistencia de aquella mujer que no se arredra ante las dificultades. A pesar de ser consciente de su condición de extranjera y de la aparente indiferencia de Jesús ante su petición, insiste hasta lograr que Jesús no sólo la atienda, sino que la felicite por su fe. Qué gran enseñanza para nosotros, especialmente cuando en nuestras situaciones difíciles nos dirigimos a Dios. Él parece ser indiferente a nuestras plegarias, pero no es así. El Señor nunca se desentiende de nuestras necesidades, sino que espera de nosotros una perseverancia activa en la oración. 3.- La humildad atrae la atención misericordiosa de Dios La frase de Jesús a la mujer cananea parece bastante dura: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”. Los estudiosos de los Evangelios nos dan pistas interesantes para entenderla y asimilarla. La nota de la Biblia de Estudio – Dios habla hoy dice que los judíos llamaban“perros” a los extranjeros, y que Jesús parece emplear aquí el término con una sutil ironía, en vista de la reacción de los discípulos (“dile que se vaya”: otra posible traducción del texto en griego), y no como un rechazo a aquella mujer, que se anima a seguir insistiendo en su petición. Y otro comentario, el de la Biblia de Jerusalén, anota que la forma diminutiva empleada por Jesús (“los perritos”//) atenúa lo que el epíteto podría tener de despectivo. En todo caso, la mujer cananea demuestra con su réplica no sólo su inteligencia para sacar lo positivo de la metáfora, sino una actitud de humildad que, junto con su fe y su constancia, le atrae la misericordia del Señor. Todo lo contrario de la actitud orgullosa de los escribas y fariseos, cuya soberbia los cerraba a la fe. Dispongámonos nosotros a renovar nuestra fe en el Dios revelado en Jesucristo con su mensaje universal de salvación sin discriminaciones, y a dejarnos llenar de su Espíritu

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El Papel De La Educación Frente A La Crisis De Los Valores

Estimados y estimadas integrantes de la Comunidad Educativa del Colegio San José:   Me dirijo a todas y cada una de las personas que componen los equipos directivo, académico, de bienestar, de pastoral, administrativo, de mantenimiento y de apoyo escolar, a nuestros y nuestras estudiantes, a sus padres y madres de familia o acudientes y a nuestros exalumnos y exalumnas, para expresarles un afectuoso saludo deseándoles los mejores éxitos a todo lo largo de este nuevo año lectivo 2014-2015, y para ello invocando la bendición del Señor sobre todos sus proyectos y actividades, sobre sus vidas y sobre sus familias. En esta ocasión quiero también proponerles la lectura atenta y reflexiva de un artículo que he escrito sobre EL PAPEL DE LA EDUCACIÓN FRENTE A LA CRISIS DE LOS VALORES, y que pueden encontrar aquí

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Jornadas de crecimiento Espiritual

 Jornadas de crecimiento Espiritual Para Docentes Al Inicio del Año Escolar En nuestro Colegio San José estamos comenzando el año escolar 2014-2015 y para hacerlo de la mejor manera, los profesores han recibido tres días de formación espiritual de modo que puedan centrar sus corazones en lo fundamental que es nuestro Señor Jesucristo. Desde el 23 al 25 de Julio pasados, como parte de la inducción de inicio de año, hubo dos experiencias simultaneas. Un grupo de 24 maestros estuvieron en el Seminario Mayor Juan XXIII viviendo su Encuentro con la Vida Afectiva (E.V.A) orientada por el Padre Julio Jiménez S.J. Mientras tanto, el resto del personal docente permanecía en las instalaciones del colegio viviendo unas Jornadas Ignacianas orientadas por el Área de Pastoral y con el apoyo de los padres Juan Enrique Casas S.J., Carlos Cardona S.J. y Gabriel Jaime Pérez S.J. Con estos espacios, pretendemos contagiar a nuestra familia San José del espíritu Ignaciano que nos inspira y seguir preparándonos mejor para el desafío inmenso de formar a nuestros jóvenes barranquilleros para en todo amar y servir    

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EL MENSAJE DEL DOMINGO – 10 de Agosto

EL MENSAJE DEL DOMINGO XIX Domingo del Tiempo Ordinario Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J. Ciclo A – Agosto 10 de 2014 Después de que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: « ¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!» Pedro le contestó: -«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua. » Él le dijo: -«Ven. » Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -«Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: « ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.» (Mateo 14, 22-33). Hoy la Palabra de Dios, que es Jesús mismo, nos invita a reflexionar sobre la forma en que Él nos hace reconocer su presencia en los momentos difíciles, capaz de calmar las tempestades que nos zarandean y evitar que nos hundamos en las aguas del pesimismo y la desesperanza. Meditemos en el mensaje que nos trae el Evangelio, teniendo en cuenta también las otras lecturas [1 Reyes 19, 9a.11-13a; Salmo 85 (84); Romanos 9, 1-5]. 1.- Subió al monte a solas para orar De nuevo el Evangelio nos muestra a Jesús orando a solas en el monte de Galilea, donde el sonido del silencio invita a la paz espiritual. Este monte es una colina que se levanta junto a la ciudad pesquera de Cafarnaúm y desde cuya cima se ve el lago de Genesaret, también llamado mar de Galilea o de Tiberíades. En otro monte llamado Horeb -que es el mismo Sinaí- Dios se había hecho percibir no a través del ruido del huracán o del terremoto, ni del el ardor del fuego, sino mediante el susurro del aire que representa el aliento renovador de su Espíritu. Así lo experimentó el profeta Elías -como nos lo cuenta la primera lectura- cuando era perseguido a muerte por la reina idólatra Jezabel y reconoció en forma de brisa suave la presencia del verdadero Dios que “anuncia la paz” [Salmo 85 (84)]. También nosotros podemos experimentar la presencia alentadora de Dios si nos disponemos a que Él mismo nos salga al encuentro en el silencio interior, elevándonos por encima del ruido y de los trajines cotidianos, y dejando que su Espíritu llene nuestra vida como el aire puro que refresca y renueva la existencia. 2.- La barca iba sacudida por las olas porque el viento era contrario La barca de Pedro, el pescador galileo, ha sido reconocida en la reflexión cristiana como símbolo de la Iglesia o comunidad de los creyentes en Jesucristo, zarandeada desde sus comienzos y a lo largo de su historia por las olas tormentosas de la persecución, las ideologías adversas a la fe, y en general todas las crisis que le toca soportar. Hoy, en medio de las dificultades que padece la Iglesia de Cristo, amenazada por las olas del ateísmo y el secularismo, como también de la incomprensión, la indiferencia e incluso la animadversión de muchos que quisieran verla desaparecer, necesitamos renovar nuestra fe en quien la fundó y prometió que no la dejaría hundir. Pero también a cada persona le toca afrontar momentos de oscuridad y de vientos contrarios en el transcurso de su existencia, y es en esas situaciones cuando es preciso experimentar y reconocer la presencia salvadora de Jesucristo resucitado, significado anticipadamente en el relato del Evangelio, cuando Él se les aparece caminando sobre las aguas. 3.- “¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!” Esta frase de Jesús evoca las teofanías o manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento, cuando Él hacía sentir su presencia pronunciando el mismo nombre con el cual se reveló a Moisés (“Yahvé”, que en hebreo significa “Yo soy”). Esta revelación de Dios viene acompañada no pocas veces de la exhortación a no tener miedo y a confiar plenamente en su poder capaz de aplacar las tempestades espirituales que todo ser humano tiene que afrontar en su existencia. El apóstol san Pablo, en su carta a los primeros cristianos de Roma -segunda lectura-, resalta la presencia de Dios que se hizo sentir en el pueblo de Israel de tantas formas, pero que iba a revelarse plenamente en el Mesías, nuestro Señor Jesucristo. Y en el Evangelio, Jesús mismo, cuyo nombre en hebreo quiere decir Yahvé salva o Yo soy el que actúa salvando, invita a sus discípulos a reconocer su presencia salvadora en medio de la tempestad. También a nosotros, mientras vamos navegando a través del mar de este mundo hacia el puerto de la vida eterna, se nos manifiesta el Señor en medio de las dificultades que se nos presentan como olas amenazantes. Para reconocerlo y experimentar su acción salvadora en estas situaciones, necesitamos la fe, aquella fe que muchas veces nos falta, como le faltó a Pedro, pero que Jesús mismo está dispuesto a concedernos si también reconocemos nuestra debilidad y nuestra necesidad de salvación. Digámosle entonces, como Pedro: “Señor, sálvame”, y pidámosle que nos ilumine para que, al experimentar su acción salvadora, podamos decir como sus primeros discípulos después de la tempestad: “Realmente Tú eres el Hijo de Dios”.-    

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MENSAJE DEL DOMINGO – 3 de Agosto

MENSAJE DEL DOMINGO XVIII Domingo Ordinario – Ciclo A  Agosto 3 de 2008 Gabriel Jaime Pérez, S. J.                                                    En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan el Bautista, se fue solo en una barca a un lugar apartado. Pero la gente lo supo y salió de los pueblos para seguirlo por tierra. Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud; tuvo compasión de ellos y sanó a los enfermos que llevaban. Como ya se hacía de noche, los discípulos se le acercaron y le dijeron: “Ya es tarde, y este es un lugar solitario; despide a la gente para que vayan a las aldeas y se compren comida”.  Jesús les contestó: “No es necesario que se vayan; denles ustedes de comer”. Ellos respondieron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. Jesús les dijo: “Tráiganmelos aquí”. Entonces mandó a la multitud que se sentara sobre la hierba. Luego tomó los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, pronunció la bendición y partió los panes, los dio a los discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos; recogieron los pedazos sobrantes, y con ellos llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres ni los niños (Mateo 14, 13-21).  El mismo evangelista que nos trae hoy el relato de la primera multiplicación de los panes y pescados, narra más adelante otro milagro similar; en cada uno de los evangelios de Marcos y Lucas hay también dos relatos parecidos, y el de Juan presenta sólo uno. Así pues, son en total siete las veces que en los evangelios se cuentan relatos de multiplicación de panes y peces obrados por Jesús, lo que nos muestra la importancia que tuvo este hecho milagroso en la memoria de sus primeros discípulos. Veamos cómo podemos aplicarlo a nuestra vida, teniendo en cuenta también las otras lecturas [Isaías 55, 1-3; Salmo 145 (144); Romanos 8, 35-39]. 1.- Se fue solo en una barca a un lugar apartado  Lo primero que nos trae el relato es algo que igualmente encontramos en otros pasajes de los evangelios: Jesús busca espacios de soledad que le permitan descansar y alejarse del ajetreo cotidiano para meditar y orar. En esta ocasión se acaba de enterar de una noticia humanamente difícil de asimilar: la muerte de su pariente y precursor Juan Bautista, a quien ha asesinado el rey Herodes mandándolo decapitar.  También nosotros necesitamos el silencio interior para disponernos al encuentro personal con Dios y ser confortados por Él en medio de las situaciones que constantemente tenemos que afrontar, especialmente en los momentos difíciles. Necesitamos buscar y encontrar espacios para nosotros mismos, para nuestro descanso y renovación personal, en los que podamos escuchar la palabra de Dios que nos reconforta. Este es el sentido del domingo o día del Señor, como también el de los espacios de recogimiento que es importante buscar cada día. 2.- Vio la multitud, tuvo compasión de ellos y curó a los enfermos que le llevaban Todas las personas que buscaban a Jesús ávidas de sus enseñanzas y sus acciones sanadoras, al encontrarlo experimentaban su actitud disponible especialmente para los más necesitados. Era una actitud de com-pasión, en el sentido más pleno de lo que significa com-padecer: sentir-con, padecer-con. Y varias veces cuentan los evangelios que Jesús “tuvo compasión”, empleando en griego un verbo que significa “se le revolvieron las tripas”. Así quiso Dios sentir humanamente con nosotros.  Por eso, si queremos ser auténticos discípulos y seguidores suyos, debemos disponernos a reproducir en nuestra vida la misma actitud. Todos podemos realizar esta com-pasión contribuyendo a sanarnos y ayudarnos unos a otros con una disponibilidad solidaria de servicio y de ayuda mutua. 3.- Partió los panes y los pescados, los dio a sus discípulos y ellos los repartieron  El milagro de la multiplicación de los panes y pescados expresa el cumplimiento de las promesas que Dios había anunciado en el Antiguo Testamento a través de sus profetas acerca de la abundancia de un alimento renovador que él mismo haría posible para todas las personas que acogieran su Palabra y lo invocaran sinceramente. Tal es el sentido de la primera lectura y del salmo responsorial. Pero detengámonos en algunos aspectos del relato del Evangelio de hoy. – La multiplicación de los panes y pescados es una imagen del sacramento de la Eucaristía, al que los primeros cristianos llamaron fracción del pan como signo de la presencia de Jesús que nos alimenta con su propia vida entregada y resucitada. Y él mismo iba a ser representado también desde los comienzos de su Iglesia con la imagen del pez, “ICTUS” en griego, cuyas letras son las iniciales del nombre y los títulos de Jesús: Iesous, Christos, Theos, Uios, Soter (Jesús, Cristo, Dios, Hijo, Salvador). – La multiplicación de los panes y pescados es una acción comunitaria. Jesús no los da directamente a todos, sino que los entrega a los discípulos para que los repartan entre la gente. Esto significa que la tarea de contribuir a la alimentación de todos no le corresponde sólo a Él; es una tarea colaborativa en la que cada cual debe aportar. – La multiplicación de los panes y pescados no es un acto de magia como los trucos de los prestidigitadores –sin demeritar el ingenio recreativo de los profesionales de la llamada “magia blanca”–. Por el contrario, la enseñanza de este milagro podría resumirse así: donde existe una sincera voluntad de compartir, aunque haya poco alcanza para todos y hasta sobra; en cambio, donde no existe esa voluntad, aunque haya mucho, unos pocos acaparan todo y las mayorías padecen hambre. Esto último es lo que a sucede cuando las estructuras injustas hacen que unos pocos se enriquezcan cada vez más a costa de muchos cuyo número crece y que se empobrecen cada día más. Por eso, para ser coherentes, debemos llevar a la práctica lo que realizamos en la Eucaristía: compartir entre nosotros

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